60.-La dama dormida

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El duque haciéndole una seña a su esposa, le mostró rápidamente dónde caminar.

Aynoa contempló cada uno de los frascos mientras continúo moviéndose entre las mesas, no todos los recipientes pudo distinguir y reconocer. Habían monstruos, también seres horribles de distintos tamaños, pero lo que más la alarmó fueron los frascos que estaban casi al final de todo. Entonces entendió lo que el duque había querido decir.

—¿Son bebés? —preguntó pensando lo peor ¿Acaso Tarikan había asesinado incluso a bebés?

—Conozco esa mirada. —Tarikan volteó a verla. Parecía que Aynoa al igual que las demás personas también sacaría conclusiones antes de escuchar— ¿Ya me estás juzgando?

—¿Por qué tendrías bebés en este lugar?, ¿son bebés humanos?

—Lo son, distintas edades de gestación— dijo acercándose mientras con sus dedos iba acariciando la madera de las repisas—. Observalos bien Aynoa.

—No me gusta esto...

—Querías saber más de mí, ahora no me hagas abrazarte y obligarte a mirar —dijo con una leve sonrisa, pero sus ojos se mantuvieron fríos.

—No es gracioso, ¿por qué quieres que vea todo esto? —preguntó ella recordando la vez que Athar el hechicero de Abeul perdió la vida.

—Si los observas bien, te darás cuenta que hay algunas cosas distintas.

—¿Cosas distintas?

Acercándose más a los estantes comenzó recien a darse cuenta que cada uno tenía malformaciones de distintas indoles.

—Ninguno llegó a nacer —dijo él llegando a su lado—. Este es el motivo por el cual tu y yo jamás podemos tener descendencia.

No era lo que había venido a ver, definitivamente esto no salía en los libros, solo se decía que el duque no quería hijos, pero jamás se mencionó cuál era el motivo principal.

—¿Son tuyos?

—Claro que no —dijo acomodando uno que estaba un poco más atrás—. Son hijos de hechiceros de bajó rango, pero imagínate lo que sería para mí que ya el nivel superior me queda chico.

—¿Es por esto que no quieres hijos?

—El mundo es muy cruel para traer niños Aynoa. La probabilidad no es tan alta, de tres embarazos dos fallan.

—Tienes más de diez aquí, entonces, ¿son todos de distintas mujeres?

Por un momento él dejó de escucharla y vino a su mente aquellos tiempos, era joven, pero recordó todo el dolor que vio en los ojos de las mujeres. Su mentor obligó a cada mujer que se había embarazado por un hechicero a parir en los subterráneos del castillo. No permitió que ninguna pudiera abortar, muchos bebés salieron normales, pero la octava parte de ellos no fue así. Los frascos que habían allí eran pocos en comparación a los que una vez estuvieron en los calabozos del castillo.

Cuando Ragnur desapareció y Tarikan tomó el ducado, devolvió cada hijo a su madre y se quedó solo con los que no fueron reclamados. Algún día les daría sepultura, pero por el momento era un recordatorio constante del peligro que el mismo podía ser.

Recordando aquello, llevó sus ojos a la mujer a su lado, la observó detenidamente y tragó una espesa saliva. Jamás permitiría que ella experimentara lo que aquellas mujeres tuvieron que vivir. Sus gritos, sus llantos al parir, y su agonía al ver a sus hijos fallecidos, era un suceso que Tarikan no dejaría que ocurriera con Aynoa.

—¿Qué? —dijo Aynoa al notar su mirada.

—Se que este tema es importante, pero, ¿tú alguna vez has pensado en no ser madre?

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora