59.- Un secreto oculto

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—Mi señora —dijo una criada tocando su puerta.

Milla rápidamente abrió y esperó allí mirando a la mujer.

—El duque no está, pero dijo que cenaría con usted en la terraza cuando volviera.

—Bien, gracias por la información.

La oportunidad perfecta se había presentado, el lugar estaba sin guardias que lo protegieran y el duque como habían dicho, no estaba en el castillo.

Habían algunas cosas que aún no la dejaban tranquila, uno de los libros que pudo leer en la biblioteca hablaba de una dama que protegía el ducado, era una leyenda de Castilvell, pero la verdad era que el duque Tarikan tenía el cadáver de una mujer en los subterráneos según el libro de la historia original.

Escabullendose por los corredores, se hizo paso por los guardias del primer piso y evitó ser vista incluso por el mayordomo que hacia su recorrido diario. Bajó unas escaleras y tomando una antorcha se escabulló por los subterráneos. Sorpresa para ella fue cuando encontró la puerta abierta.

Dentro todo estaba un poco más ordenado de lo que había visto la otra vez. Los libros ya no estaban abiertos en el suelo, sino que esparcidos por una mesa. Sin duda alguna Tarikan había estado allí uno de estos días.

Aynoa no sintió miedo, recordó lo que Reimy le había dicho sobre Siri, pero si el duque estaba fuera, no dejaría a su serpiente en este lugar. Ella sabía que el duque estaba más vulnerable cuando su demonio no estaba como tatuaje en su piel.

Caminó lentamente hacia aquel hueco en la pared y cuando llegó allí, descubrió unas escaleras que bajaban aún mas profundo de lo que ya estaban los calabozos.

Sintiéndose curiosa como un ladrón que ingresa a un lugar deshabilitado, bajó lentamente los escalones. La escalera tenía más de quince peldaños, bastante larga para un sótano normal. La luz de allí venía de pequeños faroles que tenían dentro una flama pequeña, se repartían entre el suelo y una que otra permanecía en unas repisas en lo alto.

Abajo parecía una gran cueva hecha naturalmente, habían rocas que revestían todo el perímetro, por otro lado se escuchaba el goteo del agua y el ruido que hace un pequeño riachuelo. Aynoa rapidamente pensó que estaba bajo de las termas ya que todo ese sonido se propagaba por el lugar produciendo un eco sin cesar.

De forma lenta caminó por un pasillo, pero no tardó en ver los primeros artículos macabros. Llegó a una habitación enorme, parecía que abarcaba la mitad del castillo, habían vidrios por todo el lugar y las luces como pequeñas llamas también se esparcían ordenadamente.

Dentro de unas celdas selladas con los vidrios vió la cabeza de un gran dragón rojo, sus ojos aún permanecían allí, sus escamas brillaban como si fueran pulidas y sus enormes dientes parecían el tamaño de todo su brazo. No había cuerpo y la cabeza no se pudría, parecía finalmente concervada, como un trofeo que pocos podían admirar.

Aynoa se sorprendió, pero se acercó con mucha cautela observando la grandeza de aquella bestia. Frente a cada celda había un libro donde estaba escrita toda la descripción de aquella criatura.

No tardó en imaginarse al duque.

—¿Si Tarikan pudo con uno de estos, entonces podría con uno más grande?, ¿que tanto podría crecer un lagarto como este?

No tardó en encontrar más celdas con más moustruos, Aynoa recordó los museos que habían en su tiempo, este lugar se parecía mucho a ellos, pero claramente el nivel de conservación en la que estaban estas criaturas, era sorprendente y llegaba a ser aterrador.

Una punzada en su cabeza llegó a ella cuando en la quinta celda vio a un monstruo  que antes había visto. Clavado con estacas al muro, su cuerpo peludo era sostenido por una gran cadena mientras que su rostro colgaba con esos enormes ojos que habían perdido el brillo.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora