72.- Solo a tres centímetros

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La música no se detuvo, la gente simuló no haber notado ni un solo problema, pero para Aynoa todo se había detenido.

Newrom no le sacó los ojos a Tarikan hasta que el mismo duque se fue lentamente incorporando. Dándose vuelta, puso nuevamente su brazo alrededor de la cintura de su esposa y caminó con ella hacia la salida.

—Tarikan.

—¿Que sientes? —dijo el tocando su mejilla y su frente. Estaba agitada y con su rostro rojizo.

—Ardor en dónde el me tocó...

—¿Te tocó? Sucio bastardo —soltó mirando hacia atrás.

—No, no le des más importancia, vámonos—dijo ella jalándolo.

Aynoa también volteó, sus ojos rápidamente encontraron al hombre aún sentado en la silla, que al verla, alzó la copa de vino como si brindará por ella.

—Siento como si hubiera bebido toda una botella de licor.

—Te has sonrojado, quizás si tiene algo en sus manos que hace a todas caer por él.

—Yo no quiero, pero es igual a lo que pasaba en mi-mi o... —Las estrellas aún no habían caido—.Maldita sea.

Tarikan soltó una risita tratando de no pensar en lo que había sucedido, viéndola fruncir el ceño y soltar palabrotas fue suficiente para abrazarla.

—Me gusta cunado maldices.

—Ahora te ríes, pero recién estabas molesto.

—Esto muy molesto, no me gusta todo lo que ronda cerca de ese infeliz. Que sea capaz de acercarse a ti y molestarte eso lo hace personal.

—No me dejes sola Tarikan, igual como yo no lo hice cuando tú me lo pediste. —Aynoa le rogó aquello. Tenía miedo, porque no sabía si su cuerpo se podría controlar si se mantenía en el estado en que había estado.

Los miedos más profundos de su antigua vida habían vuelto con aquella caricia ajena, podía imaginarse dejándose llevar, sin razón, ni control a los brazos de un hombre que no conocía. Sin que ella no quisiera estar con él.

—Voy a ir contigo.

Los dos duques salieron del salón, pero no dieron mayor pasos por los pasillos cuando Aynoa fue empujada por su propio esposo hacia un pared.

Su espalda chocó con ella, pero no fue fuerte. Sorprendida por eso, alzó la mirada y vio una sombra negra acercarse al duque en un solo pestañeo.

Los guardias de los costados salieron rápidamente de sus posiciones, pero sus piernas fueron fundidas en el suelo con patrones amarillos que surgieron de la cerámica.

Transandose a golpes a puño limpio el duque cayó sobre su espalda con un hombre de cabellos dorados sobre él. Llevaba una máscara de plata, pero parecía que tenía la suficiente fuerza para doblegar al mismísimo demonio de Castilvell.

Sonidos secos se escucharon y un chillido de la cerámica al ser frotada. Asustada por lo que veía, Aynoa gritó el nombre de su esposo mientras se ponía de pie.

En sus ojos quedó la imagen del duque siendo agarrado fuertemente del cuello, apretando firmemente los dientes tenía una mirada filosa tratando de sacarse de encima al hombre. Parecía que realmente aún no recuperaba toda su fuerza, ya que fácilmente fue reducido en el suelo y resbalado por el.

Sentado, su cabeza quedó pegada a la pared mientras que sus piernas eran lo único que se movían junto con su respirar agitado.

Lo próximo que Aynoa vio fue algo que la dejó descolgada. El sujeto que estaba luchando con su esposo lo agarró firmemente de la cara y lo besó con rudeza. Eso sin duda hizo enfurecer más al duque, que estiró su mano hacia atrás y le dió de lleno en el rostro. La máscara rápidamente dejó al descubierto una rostro femenino con pómulos pronunciados y unos labios gruesos.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora