50.-Iglesia

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A la mañana siguiente Aynoa fue llevada al carruaje, se había vestido elegantemente y llevaba guantes en sus manos junto con un hermoso sombrero de color café. Era una agradable mañana con un sol resplandeciente junto con un clima fresco, sonriente entró al carruaje y dentro de él se encontró con Tarikan que estaba sentado mucho antes que ella mirando por la ventana.

—Duque, pensé que sería yo quien lo esperaría —dijo ella asombrada de encontrarlo allí.

Llevaba un hermoso traje negro con bordados en burdeos, la camisa se le cerraba elegantemente dejando un cuello semi abierto y tenía detalles hermoso, dos cadenas en el borde del bolsillo que estaba en su pecho, y la chaqueta se cerraba con cordones dorados finamente bordados. Se veía bastante relajado y a la vez elegante.

—No creas que es entusiasmo, solo desperté un poco más temprano.

—¿Durmió bien? —preguntó ella tratando que los nervios que sentía al verlo depsues de lo ocurrido anoche no tomarán control de su voz.

—No como hubiera querido, pero sí lo hice.

—El mayordomo me comentó que la iglesia es concurrida los días santos, pero cuando Castilville está de aniversario pierden muchos seguidores —dijo ella deseaba cambiar el tema. No quería llegar con sus mejillas rojizas a la iglesia.

—Gente que cumple.

—¿Gente que cumple? —preguntó ella mientras el carruaje comenzó a moverse.

—¿Por qué un hechicero no va al cielo?

—Porque para traspasar la etapa de madurez pactan con entes y fantasmas.

—Me has escuchado bien —dijo él sonriéndole—. Creí que olvidarías todo después de lo que hicimos esa noche.

Aynoa bajó enseguida el rostro avergonzada, había olvidado que la vez que él le habló sobre aquello fue el mismo día donde consumaron su matrimonio y justo ayer ambos habían estado tensos sobre esos temas.

—Entonces si los hechiceros necesitan los pactos y mi ducado es la única tierra que tiene estudiantes para la magia, ¿qué crees que opinan de Castilville? —dijo echándose más en el asiento y levantando uno de sus pies hasta que su bota se apoyó en el asiento donde estaba Aynoa—. Considera que la mayoría de los habitantes son familia de mis estudiantes.

—La iglesia creerá que el ducado es profano por su cercanía a los hechiceros y discípulos.

—Exacto, y dime ¿quién ha mantenido esta ciudad sin monstruos, Dios o los hechiceros?

—Pienso que lo ha hecho Dios por medio de ustedes.

Tarikan abrió los ojos sorprendido y luego de unos segundos se largo a reír mientras tapaba su cara e inclinaba su rostro hacia el techo. Aynoa lo contempló sin apartar sus ojos, su risa era muy contagiosa y hermosa. Recordó a los gitanos ya que allí fue la primera vez que lo vió reír a carcajadas y mostrar esos dientes mientras sus ojos se estrechaban.

“Esa risa suya que apenas se podía apreciar, y que era poco visible para muchos, parecía sacada de un libro de fantasía”

Aynoa sintió la sensación de haber caído en un encantamiento justo en ese momento, no lo conocía lo suficiente, pero esa risa fue suficiente para sentirse encantada.

—Tu... —dijo ya calmado y pronto se puso serio observándola—. La próxima vez que digas algo como eso, me cortaré la trenza —agregó mirando por la ventana.

Todo el encantamiento se cayó después de eso.

—"Gente que cumple" entonces los habitantes van a la iglesia, pero si hay algún evento especial fuera de la iglesia, no dudan en asistir y dejar el templo —dijo ella corriendo la mirada.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora