9.-El demonio de Castilvell

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Caminando por los jardines, el hechicero se fue con tranquilidad buscando un poco de paz. En el medio del jardín habían hermosos árboles junto con un puente que cruzaba una gran fuente, la vida hacia allí con peces Koi de gran tamaño. Los colores de aquellos llamaban siempre la atención de todos los que paseaban por el lugar y Tarikan no fue la excepción.

Desde niño le encantaba pasear por estos sitios, no todos tenían esa dicha, pero para él era bastante común. En su tiempo aquel lugar solo le había entregado un poco de tranquilidad para todo lo que estaba viviendo.

Llegando a la cima del puente que subía y bajaba de un extremo a otro, se apoyó en la baranda que le llegaba bajó la cintura y miró hacia el agua. Los animales rápidamente comenzaron a amontonarse en su reflejo, él se miró atentamente con una leve sonrisa y luego se tocó el cabello.

—Debería dejarlo crecer —se dijo imaginando su pelo largo volando por el aire, de hecho, la última vez que estuvo allí su pelo caía por su rostro, y parte de él se movía con el viento.

Era lo suficientemente largo y sedoso como para llegar a su cintura, ahora solo tenía una pequeña trenza que nacía en la cima de su cabeza, escondiendo su inicio por un pelo corto y desordenado. Su nuca tenía el pelo tan corto que por poco parecía rapada.

Su sonrisa no duró mucho, mientras más se miraba, más sentía aquel sentimiento oscuro que consumía su corazón. Ver su rostro en aquel reflejo veía todo el camino que había forjado, sin olvidar la terrible sed de venganza que tenía escondida. Su reflejo hoy era un poco más llevadero, pero no siempre se mantenía tranquilo al verse, tormentos, dolor y días oscuros se reflejaba en cada espejo.

Mientras estuviera bajo el mando del rey, aquel sentimiento seguiría encadenado a su alma, intranquilo e imposible de apaciguar.

Abriendo lentamente los labios, dejó caer su brazo derecho soltando palabras envueltas en un susurro y de su piel bajó una tinta negra formando una serpiente que lentamente cayó al agua. Chapoteando bruscamente, Siri atrapó un pez que luchó frenéticamente mientras el reptil se enroscó en su cuerpo para devorárselo.

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—No puedo creer lo que dijo el rey, ¿cómo puede ser tan inconsciente? —dijo Sophia mientras tomaba el té en una pequeña terraza, junto con cuatro de las criadas que le habían dado. La noticia de que el rey solo pondría la mitad del dinero para la reparación del marquesado, llegó como bomba a sus oídos—. Es absurdo, Tristán tendrá que hacer algo.

—Mamá no te preocupes, no debes pensar en eso, recuerda que si te pasas con la frente arrugada quedarán marcas en su rostro.

—Ah Mariam, no me recuerdes eso. —Sophia se tomó la cabeza con una de sus manos mientras suspiraba aquel hecho.

—¿Por qué no hablas con tu hermano? Comercializa esclavos, ¿no? Debe tener también una fortuna.

—Tu padre no quiere molestarlo, el verano pasado ya envío dinero. Debe verse bastante mal que un conde mande dinero a un marqués.

—Somos familia.

—Pero una familia con diferentes títulos que valen mucho —contestó Sophia bebiendo un poco de té. La idea le parecía desvergonzada, la gente sin duda hablaría de aquello.

—Aquí hay muchas familias ricas, ¿no madre?

—Sí Gabi, muchos nobles, condes y otros marqueses que son incluso más ricos que Tristán.

—¿Por qué solo hay un duque?

—El rey no ha nombrado a más duques, cuando yo era niña había dos más, pero han sido acusados de traición y el duque de Antinopla murió sin dejar heredero.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora