110.- Fuego y azufre

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Precaución contenido violento y satisfactorio.
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Mientras toda la capital comenzaba a arder, el humo de las llamas cubrió todo el cielo. Se podía escuchar los gritos de la gente y también el sonido del fuego que se esparcía por los jardines que alguna vez fueron cubiertos de rosas. El calor poco a poco aumentaba la temperatura y los colores amarillos y naranjos de las llamas se veían en cada ventana. Entonces Sebastián llevó su mirada al cielo, y pensó en Caleb, estaba preocupado, hacía tiempo que el hombre no quedaba en buenos términos con Tarikan y ahora había perdido a uno de los hombres que el duque había decidido asesinar hace mucho tiempo.

Dentro del castillo, recién comenzaba a ver la realidad que había estallado, los ojos vendados de las personas fueron descubiertos y ahora el mismo diablo bailaba con su demonio en un vals donde el violinista aún no había dejado de tocar.

—Arrodíllate ante mí —dijo en rey, fue el único que no dio un paso atrás, a pesar de que los soldados sabían que debían protegerlo, estaban conscientes que no podrían salir vivos de allí si aquel hombre así lo quisiese.

Los magos, entre ellos Marinus extendieron sus manos hacia el duque y se mantuvieron allí listos para intentar contraatacar. Tarikan los vio y soltó una leve sonrisa al notar como sus manos temblaban, conocer el profundo miedo que le tenían había comenzado a ser grato para él.

—¡Tarikan, te ordenó que te arrodilles!

—¿Vas a soltarte la correa también?

—Du-duque de Castilville en nombre del rey Gerald, se te ordena que bajes del trono de su majestad y te arrodilles ante el señor de este reino, serás acusado de alta traición —dijo un consejero del rey.

—Uh... ¿Eso es lo más duro que has podido formular?

—Bien —dijo el rey sin sacar sus ojos del duque—. ¿Qué es lo que quieres? Siéntate y conversemos, sabes que siempre te he dado, lo quieres.

—No, no todo, esto tuve que tomarlo por mi cuenta —dijo el duque, estiró su mano hacia atrás del trono y luego lanzó un objeto que cayó haciendo un sonido seco. Rodó sin dirección moviéndose en el suelo.

Gerald dio dos pasos atrás al darse cuenta de lo que era aquella cosa. Llena de pelo y sangre, frente a todos los presentes, la cabeza de Newrom quedó como un trofeo que el mismo duque obtuvo por su cuenta. La explicación de lo que había ocurrido con los dos ejércitos de Gerald quedó allí.

El duque lentamente fue poniéndose de pie y en cuanto lo hizo, los magos se interpusieron por delante de todos, la reina lentamente caminó de la ventana hacia los soldados quienes lentamente dieron pasos atrás. Luego el semblante imperturbable del duque se mantuvo mientras que su cuerpo activo su magia. Aquello se demostró cuando un leve viento rodeó su cuerpo levantando el pelo de su frente.

—¡Salga de aquí! —gritó un consejero.

—¡Protejan al rey!

Tarikan no se movió, pudo ver cómo los demás caminaron con rapidez hacia la puerta y salieron de allí.

—Al final del día, Gerald no será rey de nada —soltó suavemente.

—No queremos hacer esto, duque de Castilville —dijo un hechicero, pero lo único que obtuvo fue una sonrisa, mientras el fuego de las antorchas comenzó a moverse bruscamente. Su flama poco a poco se fue disminuyendo.

—Ustedes no, pero yo... sí. —La voz del duque se duplicó justo cuando la oscuridad cubrió todo el lugar.

Los reyes que habían salido escapando de allí, corrieron por los pasillos hasta la entrada, no tardaron mucho en escuchar un fuerte estallido, tan fuerte que el propio castillo retumbó soltando polvo de sus pisos superiores, las grietas no tardaron en verse, y ellos de forma automática se agacharon esperando lo peor, pero cuando miraron hacia atrás el fuego se extendió como si tuviera vida propia. Lo que había sido la sala del trono, ahora una gran explosión quemó todo lo que había en ese lugar.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora