83.- Una historia distinta

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Una melodía de un violinista llegaba dulcemente a su oído, parecía una cancion tan tranquila y hermosa que era imposible querer despertar. De forma lenta, la mujer rodó hacia el otro lado de la cama mientras abrazaba las sábanas en sus brazos, pero una luz de movía rítmicamente en su rostro.

Aynoa abrió los ojos lentamente, un estandarte quedaba justo fuera de su ventana tapaba la luz de sol en varias ocasiones, el cual la despertó gradualmente.

Se sentía fatal, tenía el estómago revuelto y al mover su rostro de un lado a otro, parecía que la habitación comenzaba a girar. Luego un calor en sus piernas hicieron que ella se sentara con sumo cuidado.

Sangre.

—Mierda —soltó volviendo a recostarse. Miró unos segundos el cielo negando con la cabeza y luego abrió la boca— ¡Milla!

Su criada rápidamente abrió la puerta y bajo la cabeza, había estado esperando su despertar como era costumbre.

—Señorita, le traje infusiones y bastante agua para la resaca.

—¿Resaca?

—¿No se acuerda de nada? —dijo la criada soltando una risita.

—He manchado mis sábanas otra vez.

—No se preocupe mi lady, cambiaré sus sábanas y pediré que traigan las mantillas, había calculado que uno de estos días sangraría.

—Dios es cruel, ¿por qué haría sangrar tanto a una mujer?

—Ni que su padre la escuché, le queda aún una larga vida por delante. Debe traer hijos cuando se case, ahí recién sería un buen momento para pedir no sangrar.

—¿Hijos? —Aynoa se quedó pensativa unos momentos, no recordaba nada de lo que había hecho el día anterior, pero aquella palabra hizo que está vez esa palabra no sé sintiera natural.

—No me diga que ahora tampoco quiere tener hijos.

—¿Quien quiere mocosos asquerosos corriendo por todos lados?

Milla se largó a reír mientras abría las cortinas, creía que su lady aún era muy inmadura para decir ese tipo de cosas, pero sabía que era algo que dentro de un matrimonio se debía cumplir quiera o no.

—No sea tan negativa, algún día los querrá a toda costa. Recuerde que los hijos ayudan a mantener un estatus.

—Quisiera ser un hombre, parece que la vida de ellos siempre es más sencilla.

—¿Levantarse al alba?, ¿Ser soldado, mercader, sastre? Al menos nosotras buscamos un buen marido y luego nos enfocamos en los hijos y su crianza. Jamás iríamos a guerras, ser mujer es una buena opción.

—No lo es...—dijo Aynoa y al mismo tiempo las sirvientas entraron con el agua para la bañera.

—Bueno, se ha levantado bastante negativa hoy. Vamos póngase de pie y desvístase, recuerde que hoy es el matrimonio de su hermanastra.

—¿Matrimonio?

—¿Por qué crees que ayer su padre le dió permiso para beber alcohol?

—Bueno es algo que esas dos han soñado toda la vida —dijo Aynoa levantándose y sacándose la ropa, no dudo en caminar desnuda hacia la bañera.

—Algun día llegará un hombre digno de usted.

—¿Digno? Con que me soporte y yo a él, será suficiente.

—Dios la escuché, al menos ahora tendrá donde llegar en Castilville.

—¿Castilville?

—Sí, mi lady Aynoa. Mariam tomará el título de duquesa y estoy segura que nos invitará al menos una vez al ducado...

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora