El carruaje no tardó en ser alistado, cuatro horas pasaron luego de la discusión cuando Aynoa fue buscada por Caleb para marchar al ducado.
—Por favor no haga una escena —le dijo él.
Caleb también estaba molesto, no tanto con ella, sino consigo mismo. No podía creer que había hecho algo como eso, poner a la duquesa sobre el duque jamás se lo había imaginado hasta ahora, pero cuando Aynoa le había dicho sobre el lugar impropio para tal noticia él le encontró razón.
—Está todo listo —dijo Sebastián que había ido también a buscarla.
—¿Donde está? —preguntó ella.
—El duque no va a presentarse, tiene otros asuntos del cual ocuparse.
—Solo quiero conversar con él.
—Lo siento duquesa, pero eso no será posible.
Aynoa bajó la cabeza mientras agarraba su abrigo, no podía creer que todo se había roto. Sabía que lo que había hecho con Mariam había estado mal, abrir su boca le había costado caro, pero ahora no solo era eso sino también ocultar su embarazo al duque. Si bien no había sido con la intención de dañarlo ella solo había esperado un momento apropiado para decirle.
Avergonzada ante la mirada de los soldados apretó los labios y salió de su habitación seguida por Milla y los soldados.
Cada paso que dió fue duro, se sentía como si hubiera sido sentenciada al exilio. Caminar frente a los sirvientes y a los demás soldados fue vergonzoso, pero ella levantó solo la mirada y se fue al carruaje. No hubo palabras ni nada, en cuanto subió al carruaje los soldados comenzaron a montar.
—Eres un tonto.
—¿Que mierda? —respondió Caleb mirando a Sebastián, pero en cuanto lo hizo el conde lo agarró de borde de la armadura.
—La mierda eres tú. Te has llevado bien con la duquesa, es entendible por las clases que le has dado, pero no se te pase la mano —dijo hablándole entre dientes—. Me entero de alguna intención de tu parte y haré que te flajelen.
—Basura estás diciendo —dijo Caleb soltandose y enseguida escupió al suelo—. Mis sentimientos nunca serán parte de mi trabajo y muchos menos ella, de eso estoy seguro.
—Más te vale —dijo el conde buscando entre su ropa una carta.
—¿Es para ella?
—Claro que no. Cuando llegues a Rumani, envía a las culebras a hacer su trabajo.
—¿Ya?
—El duque ya dió la orden, así que tienen que empezar a moverse.
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Tarikan se asomó a la ventana desde uno de los pasillos y pudo ver cómo el carruaje de su esposa comenzaba a moverse. Fue difícil para él ver aquello, pero no daría marcha atrás, estaba molesto y desilusionado, pero era necesario. Aynoa debía estar tranquila en el ducado y mucho más ahora que sus planes de revelarse comenzarían a estar en marcha. Esperaba alcanzarla en unos días.
Mientras en sus ojos se reflejo la separación de su mujer, unas manos llegaron a rodear su cintura, tocándole y subiendo hacia su pecho. El bajó rápidamente la mirada al sentirlo.
—El lugar que le pertenece a mi esposa, sigue siendo el mismo mi reina. No he cambiado de opinión —agregó tomando sus muñecas y soltando su agarre.
—Yo creí que si, después de todo tú te quedas y ella se va.
—Solo quiero que ella esté tranquila y a salvó.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...