99.-Una espada y una pared

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Las semanas comenzaron a pasar, y los días comenzaron a ser meses. El tiempo es lo único que puede curar las heridas y no es solo llorar una perdida y esperar que pase, sino que comprender y lograr recordar el suceso de otra manera.

Aynoa no se quedó en el mismo sitio, después de un tiempo, comenzó nuevamente con las clases de magia, su determinación fue lo único que la llevó a tomar aquellas decisiones. No moriría en la guerra, si la historia ya había cambiado, esa parte también la haría cambiar, se negaba a aceptar su destino y mucho menos en contarle ese detalle al duque.

Creía fielmente que si él no sabía, la guerra saldría como debía ser, por lo contrario, ella era capaz de cambiar la historia a mal. Conocía como era Tarikan, si él sabía que ella debía morir, entonces trataría de protegerla por sobre todas las cosas, preocupado y sin dejar de pensar en su esposa, podría ser suficiente para tomar malas decisiones y que la guerra se vería truncada.

—Su magia es poderosa, pero si no sabe controlarla, puede llegar a congelar todo —dijo Caleb.

—No puedo —reclamó ella—. Siento que cada vez que se concentra, se difumina como si se alejara de mí.

—Eso es porque no está concentrada. Si deja de pensar en otras cosas y solo piensa en el hechizo, lo logrará. Hasta un niño puede hacerlo.

—Oh, di eso una vez más —dijo Aynoa pegándole solo una mirada de advertencia.

—Soldado, no sea impertinente —dijo la criada de la duquesa.

Si bien Tarikan había separado a estos dos, hoy por los ruegos de Aynoa, el soldado había vuelto a darle clases a su señora, pero esta vez la sirvienta de ella estaría presente en todo momento para la integridad de su esposa.

—Sería bueno que descansara.

—Tú te callas —dijo Aynoa fulminando con la mirada a la mujer. Estaba harta, por más que intentaba levantar un muro de defensa, este solo llegaba al cielo para desintegrarse.

—Debe expulsarlo, como si del aliento se tratara, mantenga las manos firmes, no mueva los pies y claramente no piense en otra cosa.

—¿Cómo pueden? ¿Cómo pueden ir a guerra, luchar con monstruo o entre ustedes y no pensar en nada cuando invocan? —dijo Aynoa jadeando. Estaba cansada, pero aun así se negaba a aceptar rendirse.

—Porque después solo piensas en el patrón y lo haces tan rápido que tu mente ya está concentrada en solo eso.

—Demonios.

—Señora, necesita descansar —dijo su criada tratando de convencerla, pero nuevamente recibió una mirada que le hizo bajar la cabeza.

El cuerpo de Aynoa se agitaba con cada respiración y mechas de pelo se pegaban en su rostro a causa del sudor. Aún contrario a todo lo que se le decía, Aynoa no escuchó a nadie.

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—¿No te preocupa? —preguntó el conde mientras observaba la práctica que se estaba llevando a cabo en los patios traseros.

Desde la ventana del tercer piso, hacía semanas que a esta misma hora se podía apreciar a la duquesa con Caleb en sus clases de magia.

—No —contestó el duque.

—Está embarazada, Tarikan. La fuerza que hace cada vez que invoca los hechizos puede acelerar el parto. En su condición, lo mejor sería que se quedará en cama.

—Esta embarazada conde, no está enferma —dijo él mientras firmaba unos documentos a espaldas de la ventana—. Hay cosas que ella ha decidido y por más que hable del tema con mi esposa, el único que saldrá perdiendo soy yo.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora