98.-Sin piedad

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[PRECAUCIÓN, CONTENIDO VIOLENTO]

El día era hermoso, había nubes en el cielo pintadas como si hubiera sido con acuarelas. El sol radiante traspasaba todo a su paso dejando un paisaje completamente majestuoso, digno de apreciar por varios minutos. Una imagen que también podía ser digna de ser la última.

—¡Yo no hice nada! Siempre fui fiel a...—dijo Milla intentando buscar compasión.

—¡Rézale a tu Dios que te salve, porque fiel a tu señor no lo has sido —dijo Tarikan.

El tiempo pareció detenerse, o más bien correr lentamente, como si todo fuera en cámara lenta, Aynoa solo vio la espalda del duque frente a su criada. Moviéndose entre la multitud no despegó sus ojos de él, Tarikan tenia una sonrisa en su rostro mientras ella pudo leer sus labios y recordó sus palabras...

“Tu criada no volverá a ver tu rostro jamás y tampoco volverá a difamar contra mi familia”

El palpitar de su corazón fue fuerte, cada paso que dió fue como si todo el ruido se extinguiera, sus pensamientos se escucharon como si ella lo hablara en voz alta y lentamente pudo ver cómo el verdugo tomó una cuchara afilada y se fue contra la mujer inmovilizada.

La sangre fluyó junto a un líquido blanquecino, los gritos inundaron todo el lugar mientras que Aynoa pareció no haber escuchado nada.

El verdugo se volteó y levantó en su mano el órgano ocular derecho de la mujer dejando una imagen aterradora. La cuenca completa de aquel ojo quedó vacía mientras todos los fluidos se deslizaron por su rostro hacia su cuerpo. Los cuervos de la zona pronto comenzaron a aparecer aguardando en los edificios cercanos, estaban acostumbrados a alimentarse de las cosas extraídas.

Aynoa llegó al frente y entre todos los empujones que la gente hacia, traspasó a los soldados. Uno de ellos al percatarse de ella, estiró su brazo y agarro su capucha descubriendo su rostro. El asombro del soldado al reconocerla fue suficiente para soltarla, y ella no se detuvo allí. Dando dos pasos en la escalera y sacándose el abrigo, estiró su mano al frente soltando la magia de su interior.

—Benhenti.

Era el único hechizo de defensa que había aprendido con Caleb, en la cueva pudo darse cuenta que era efectivo ya que incluso pido detener por unos segundos la magia del duque.

Benhenti significaba detenerse, por lo tanto al fijar sus ojos en la cuchara ensangrentada del verdugo, su magia fue suficiente para lanzar aquel objeto hacia un costado. Aynoa tenía una magia verdosa, la cual quedó demostrada frente a todos cuando aquella salió de su mano derecha como un humo indefinido.

Tarikan no había esperado aquello, volteó asombrado mientras que Aynoa llevó sus ojos hacia el junto con su mano. Su rostro estaba enojado, podía verse como apretaba los dientes furiosa.

Un sentimiento invadió el interior del duque, y Siri revoloteo por su cuerpo moviéndose y dejando un cosquilleo inquieto. Aynoa había demostrado ser una hechicera y a Tarikan le fascinaba acabar con sus hermanos de magia. No quería dañarla, pero ella fue la que en teoría lo estaba enfrentando al estirar su mano hacia él.

Aynoa no alcanzó a decir nada más antes de que su esposo la inmovilizára con un abrazo. Fue fuerte que a penas pudo mantener su equilibrio.

—Oh...¿Qué demonios estás haciendo? —le dijo.

—¡Suéltame! —gritó ella tratando de alejarlo, podía sentir como su cuerpo quedó apretado—. Vas a lastimarme.

El duque soltó un poco su agarre al escucharla y recién allí Aynoa levantó su rostro hacia él. Al hacerlo unos ojos filosos de pupila contraída la miraban con gran atención. Aynoa bajó rápidamente la mirada y observó su cuello dándose cuenta que por los bordes de la camisa las escamas de Siri se iban moviendo.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora