34.-Naturaleza

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Aynoa despertó somnolienta, lentamente se sentó erguida en el carruaje y observó el interior. Tenía el cuerpo adolorido por dormir semi sentada, el cuello le ardía y el brazo derecho lo tenía entumecido. Poco a poco se dio cuenta que el carruaje estaba detenido y no había rastros de Milla. Se asustó por encontrarse sola, por un momento creyó ser abandonada en el medio de la naturaleza siendo presa fácil de los monstruos.

—Milla... —dijo y enseguida abrió la puerta del carruaje.

—Duquesa —dijo Caleb girando a mirarla—. Estaba esperando que despertara.

El hombre aún con su armadura reluciente estaba de guardia cuidando el carruaje, pero no estaba solo. Aynoa mirando más allá de él, encontró que todos estaban haciendo diferentes tareas, unos estaban sentados comiendo, otros dormían, y otros estaban armando las tiendas.

—¿Nos quedaremos aquí?, ¿Dónde está mi criada?

—Salió recién, fue con un grupo a buscar agua —dijo Caleb extendiendo una de sus manos para ayudarle a bajar—. El duque dijo que no la despertara.

—¿Dónde estamos?

—Estamos a mitad de camino para llegar a Rumani, por el momento nos quedaremos aquí.

—¿Aquí?,¿en el medio del bosque? Los-los monstruos...

—No se preocupe duquesa no vera un solo monstruo aquí.

—¿Dónde está el duque?

—La llevaré con él.

Aynoa bajó del carruaje con dificultad, pero cuando su cuerpo se estiró por completo el alivio de sus articulaciones la hicieron soltar un pequeño suspiro.

Caminando entre los hombres, se dio cuenta que el sol estaba comenzando a ocultarse, había dormido casi medio día dentro del carruaje sin darse cuenta. El olor de comida llegó a su nariz y eso hizo que recordara que no había comido nada en todo el día, deseó cada alimento que veía en las manos de los hombres.

—¿Qué?, ¿acaso la duquesa por fin se le ocurrió despertar?, ¿no durmió nada anoche o qué? —La voz de un hombre la detuvo, giró su rostro y reconoció que era el mismo hombre que la había tratado mal en aquella noche de fuga, empujándola al suelo.

—Duquesa, él es Merlín, uno de los soldados personales del duque y el hechicero que lo sucede si algo le ocurriera al duque. Merlín, cuida tus palabras.

—Sí, cómo no.

—Venga, debe saber que él no será el único en tratarla así.

—Esta bien que no me quieran, eso lo comprendo, pero no tiene nada que ver con tener educación —soltó ella mirando a Caleb seriamente.

—La trato así y solo es porque respeto los títulos, pero no cambia lo que siento por usted, nunca lo olvide —contestó Cale—.Si el duque un día no está usted será desechada cómo basura.

—Comprendo lo que dice, pero si le doy al duque un heredero, mi hijo tiene el derecho de heredar el ducado y no tendré que irme.

—No estaría tan seguro de eso —agregó Merlín.

—Así es la ley.

—No hablo de la ley, sino de engendrar un heredero. Tarikan no necesita una mujer entre sus piernas, lo comprenderá tarde o temprano.

Aynoa recordó las palabras de Tarikan, él le había dicho antes que no buscaba un heredero, pero no sabía que sus soldados sabían de aquello ¿Habría un motivo secundario para eso?

Aynoa entonces miró hacia delante y frente a una fogata el duque estaba revolviendo una olla donde humeaba una sopa con verduras. Estaba solo con un cuenco de greda en su mano. Caminó allí sin decir nada, pasando por un lado del Merlín no se mostró intimidada, Caleb la siguió.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora