111.-Sangre y dolor

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Precaución contenido violento y satisfactorio.
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Mientras tanto que la capital estaba siendo golpeada por las serpientes, en Castilville las cosas no se mantuvieron tranquilas.

—Señora, las tropas están aquí —dijo un soldado.

Aynoa se congeló al escuchar aquellas palabras, el duque no estaba allí y la única responsable del ducado era ella. Qué las tropas hayan llegado claramente no eran los soldados de Castilville…

—Di algo más por Dios —reclamó Reimy agitando un montón de papeles que tenía en su mano.

—Piden que se abran las puertas y que la señora se entregue junto con los consejeros de Castilville, por orden del rey Gerald.

—¿Qué?, ¿bajó que cargos? —preguntó uno de los consejeros.

—Traición.

Aynoa se puso de pie lentamente y caminó a la ventana, Tarikan acabaría con toda la capital y asesinaría al rey según la historia, pero ¿acaso las cosas no saldrían igual que salía en el libro?, ¿o simplemente eran detalles que había olvidado?

Bajando el rostro llevó instintivamente su mano hacia su barriga, no podía imaginar perder a su hijo allí. Conocía a los soldados y también al mal que le tenían al duque, con tal de dañarlo ellos podían hacer tantas cosas horrendas con ella y la gente que le importaba. Dentro del ducado no había suficientes magos ni soldados que pudieran contener un ejército ¿Debería tan solo entregarse? Y si lo hacía, ¿la enjuiciarían por los errores que cometió su esposo?, ¿habría salido mal la guerra?

—¿De-de cuántos soldados estamos hablando? —preguntó ella fijando en su mirada las murallas de la entrada a la ciudad.

—El grupo es de pocos hombres, pero informan que llegarán al menos unos cien hombres en unas horas y entrarán al ducado si no se entrega.

—¿Cien? ¿Tantos? —dijo tartamudeando.

—Señora, el ducado resistirá, pero si en algún momento esos soldados entran por la puerta, usted debe salir de aquí —dijo Reimy acercándose a ella—. Por los calabozos hay una puerta que lleva hacia la costa.

—No... No puedo dejar a mi gente, mi esposo confía que el ducado esté intacto cuando vuelva. Si las tropas de allí afuera quieren asediar el territorio, nosotros responderemos.

—Duquesa Aynoa...

—Prepárenme un caballo, iré a las murallas.

—Mi señora —dijo su criada que había escuchado todo lo que habían dicho. Aynoa volteó su rostro hacia ella y la observó un poco asustada—. Llegó esta carta.

Aynoa la tomó firmemente y no dudo en romper su sello, el sonido de la hoja se esparció por el lugar mientras que todos los presentes ponían su atención en ella. Una sonrisa dulce salió de su rostro mientras arrugó el documento, pero cuando subió la mirada viendo a todos los ojos pendientes de ella, rápidamente frunció el ceño.

—¡¿Qué están esperando?!, ¿dónde está mi caballo?

—¿Cabalgará así? —dijo Reimy asustado por su estado.

—Las mujeres embarazadas han hecho más cosas de las que crees, señor Reimy —dijo ella pasando frente a él y dirigiéndose a la puerta. No esperó nada más, sus pasos sonaron por el pasillo, seguida por todos los hombres y soldados.

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El rey quedó amordazado por una serpiente que no tenía cabeza, no tenía un fin y no tenía un principio. Negra como la oscuridad, se apretó lo suficiente para que sus costillas crujieran con cada respiración. De vez en cuando sentía que se desmayaría, pero cuando aquel sentimiento comenzaba a adormecerlo, la serpiente lo soltaba y volvía a recobrar la conciencia, para luego casi perderla nuevamente.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora