La mujer solo cerró la puerta y apoyándose en el muro de un costado se deslizó hasta quedar sentada en el suelo. Su rostro solo se cubrió levemente entre sus piernas desnudas mientras lloraba.
Se había sentido capaz de decir todo aquello, en un principio pensaba que solo los actos que el duque hacía por ella era suficiente para reemplazar las palabras que ella quería escuchar, pero allí entendió que no era así. Ella realmente necesitaba oírlo, más ahora que sabía que él se iría y que tal vez aquella despedida sería la última vez que vería al duque y él la vería a ella viva.
La inseguridad también llegó a su mente, ¿Él de verdad la amaba?
"La gente que siempre dice amar a otros, terminan haciendo todo lo contrario"
Aynoa levantó su rostro y cruzó las piernas mientras su barriga aparecía entre la tela de la túnica. Ella amaba tanto al hombre que por ese motivo se había estado mordiendo la lengua sobre el futuro. De alguna u otra forma también sentía que lo estaba protegiendo, pero también algo en ella se estaba rompiendo. Si ella no le contaba sobre su muerte, ¿Sería no amarlo?
Soltó un suspiro mientras se secó las lágrimas de su rostro y en ese momento sintió que estaba entre la espada y la pared.
1. Anunciar su muerte y cambiar la conclusión de la guerra, el cual significaría la muerte de todos los que se revelaron, contando al duque entre ellos.
2. Luchar sola y dejar que Tarikan tome la mitad del reino y cobre su venganza.
Aynoa aún se inclinaba por la opción dos, no podía pensar solo en ella, su gente, su pueblo, su esposo, todos saldrían victoriosos si ella tan solo se mordía la lengua. Aunque asumió que si no lograba sobrevivir, Tarikan la odiaría con todo su ser, por un hecho que podía ser evitado.
—Hoja y papel —dijo poniéndose de pie. Escribiría una carta para él solo por si acaso. No podía permitir que él de alguna manera si llegara a sentir culpable.
En cuando dio unos pasos, la puerta de la otra habitación se cerró, aquello la paralizó unos segundos, entonces se atrevió a volver. La habitación matrimonial estaba vacía, el duque ya no estaba allí.
Aynoa no soltó la manilla de la puerta, solo bajó su cabeza reflexionando en todo y fue cuando la criada entró junto con una bandeja de comida.
—Mi señora, le ayudaré a vestirse.
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Eran pocos días los que quedaban, Aynoa sabía un poco de lo que ocurriría antes que el ejército se fuera, por lo tanto habían algunas cosas que tenia que preparar. Permanecer deprimida en su habitación no era la mejor decisión que podía tomar al ser conocedora del futuro, por lo tanto una vez que se había vestido y había comido, bajó al pequeño salón donde mandó a llamar al conde y esperó allí con una tasa de té.
—Son tantas cosas —soltó golpeando la mesa. No había nadie dentro por lo tanto pudo soltar un gran suspiro de la mano con una queja.
Debía calmarse, debía controlar los pensamientos y los sentimientos, no podía tan solo echarse a llorar y querer desaparecer. Necesitaba dejar todo listo antes que las serpientes marcharán.
Hace unos días había estado en la oficina que tenía Tarikan en los subterráneos buscando uno de los libros antiguos que tenía su esposo. Nadie creería que en los cinco meses que había pasado el duque se quedaría solo a vagar por ahí. Al igual que Aynoa el duque consiguió nuevos desafíos y estudios, sus conocimientos y su alimentación ante ellos no tenía límites.
—Necesito una lámpara sagrada —dijo ella mirando directamente a los ojos del soldado mientras dejaba sobre la mesa una hoja arrancada de un libro—. Necesito una poderosa, por ese motivo te lo he pedido a ti y no a Caleb.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...