76.-Te odio duque

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La noche había caído, las antorchas iluminaron todo el lugar del campamento y los soldados se turnaron para vigilar los alrededores.

Tarikan estaba viendo cómo sus soldados cantaban junto a la hoguera. Con un vaso de vino en su mano apoyó levemente su hombro en el pilar de su tienda y aguardó allí hasta que la voz de Aynoa llegó a él desde atrás.

—Deberíamos ir a otro lado.

—¿Qué? —dijo volteándose levemente a mirarla con una ceja sobre la otra, una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—Que deberíamos ir a otro lado —repitió ella llegando cerca de él.

—¿Te preocupa que mis soldados te escuchen cuando lo hagamos está noche? —dijo posando un dedo bajó su barbilla.

—Tarikan, no es eso —dijo ella bajando el rostro.

—Te escucho.

—Si ya muchos hechiceros vieron a Mariam, creo que no hay cura para su enfermedad. Caleb dijo que hay enfermedades incurables que ni tú podrías curar.

—¿Te importa ella?

—Me importa, a pesar de que nunca nos llevamos bien, pero me pongo en su posición y realmente es muy injusto lo que le está pasando. Aún así, siento que ir allí ya no valdrá la pena.

—¿Ya no quieres ir a Abeul?

—No.

—Es una lastima —dijo el duque entrando a la tienda. Caminó directamente a una mesa improvisada del tronco de un árbol y dejó la copa allí.

—¿Una lastima? —Aynoa alzó la mano para detener la tela que cerraba el lugar y lo siguió sorprendida por sus palabras—. Creí que te molestaba ir.

—Sí, así es.

—¿Entonces? No te entiendo.

—¿Confías en mí Aynoa? —dijo el sentándose en una silla. Llevó sus orbes grises hacia ella y no los apartó. Tenía una pisca de tranquilidad en ellos, pero también estaba tan serio como para que ella supiera que no estaba simplemente diciendo palabras al azar.

—Confió en ti.

—Cuando estuvimos en la oficina del rey, tu viste el control que tiene Gerald sobre mi. Cada vez que ese hombre use ese collar, yo estoy obligado a obedecerle aunque no me guste. Hay ciertos términos que no puede hacer, pero la advertencia que te hizo si lo es...

—¿Qué quieres decir?, ¿Serías capaz de matarme si el rey te lo pide?

—Tal cual como él me lo llegará a ordenar.

Aynoa había dejado de tenerle miedo al hombre que estaba frente a ella. En un principio sí fue así, él era aterrador cuando ocupaba la magia, con esa mirada tan peligrosa que sabías que podía asesinarte sin problema. Problemático porque no le importaba quitar una vida y con esa reputación de que nada le importaba, pero ahora aquel hombre era distinto. Lo había conocido sacándole todo el disfraz que la gente le había puesto sobre sus hombros.

—¿Qué tiene que ver esto con la visita de Abeul?

—Tu querías que viera a tu hermana e intentara curar su enfermedad, pero no te lo iba a dejar gratis —dijo dibujando una sonrisa y girando levemente su rostro.

—¿Qué?

—Nuestro matrimonio comenzó con un trato donde ambos ganábamos Aynoa, ¿Qué te sorprende ahora, si visitamos Abeul con un costo de por medio?

"Mierda"

Aynoa había olvidado una cosa, entre todo el romance que estaba viviendo con el hombre que ahora la miraba, había dejado pasar que Tarikan era muy astuto y que no hacía algo sin obtener una cosa a cambio.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora