La escena que encontraron fue extraña, la carreta estaba rota, y los soldados luchaban jalando varias cadenas que habían amarrado al individuo.
Tarikan al verlo caminó lentamente analizando la situación, el hombre era bastante alto, tenía amarradas las manos, el pecho, el cuello y aun así se las arreglaba para mover a los soldados. Aunque anclarán sus pies en la tierra, no tenían la suficiente fuerza para que el hombre se mantuviera solo en un punto.—¡Conténgalo! —gritó Sebastián al verlo como dos soldados cayeron de estómago al suelo.
—¿Le han visto los dientes? —preguntó Tarikan con gran curiosidad.
—¿Qué?, señor, a penas lo hemos atrapado. Después que escapara, ninguno de mis soldados querría saber más. Acercarse a su boca, lo siento duque...
—Creo saber a qué nos enfrentamos —sonrió mientras dio unos pasos más cerca. El sonido de las cadenas rápidamente sonaron cuando el individuo volvió a jalar de ellas.
—¿Ha dicho alguna palabra?
—Sí, duque —dijo un hombre apareciendo con un grupo de soldados—. Soy el responsable de que toda la carga que llega a Lehim llegué a su destino —agregó estirando su mano al hombre.
—¿Ya lo has analizado? —preguntó Tarikan mientras observaba la ropa del hombre. No parecía un soldado, sus brazos no eran anchos, y tampoco caminaba con su espalda recta, era más bien un erudito, o un escriba, otro obsesionado, quizás por el saber.
—No por completo —contestó el hombre—, pero en el tiempo que he estado con él ha dicho algunas palabras. Habla un idioma muy antiguo, solo algunos podremos entenderlo, si no le molesta, querido duque de Castilville, me encantaría estudiarlo con mis camaradas.
—¿Qué idioma? —preguntó Sebastián.
—Uno que no creo que un soldado pueda comprender, es difícil y...
—Contesta la pregunta —interrumpió Tarikan llevando sus ojos hacia aquel espécimen.
—Es uno de los primeros idiomas de la tierra, Arkacio, es tosca y cortante, muy pocos hombres como yo la conocen en todo el reino de Hamrille. Estoy seguro de que seremos útil para usted, duque.
—No, no los necesito.
Tarikan llevó sus ojos al hombre y se fijó en cada una de sus diferencias físicas. Le asombraba lo que estaba presenciando, ya que estaba seguro de que tenía un espécimen distinto a lo que muchos habían alcanzado a conocer, pero era primera vez que veía a uno... Vivo.
Su piel oscura, sus ojos color del sol, y una gran musculatura, su fuerza casi inhumana, era un animal que abrió toda la curiosidad de un coleccionista.
—Duque, por favor reconsidere nuestra ayuda, ¿Cómo podrá comunicarse con esa bestia?
—Si venía en el barco, entonces en ese continente hay más de estos —dijo Sebastián.
—Hay mucho más que estás cosas, mi joven amigo, Ragnur me había hablado sobre una magia distinta...—dijo Tarikan acercándose más a las cadenas—. Suéltenlo
—Señor, pero...
—No podremos agarrarlo nuevamente, nos costó mucho y tenemos soldados heridos —dijo un hombre.
—Son órdenes del duque.
Los soldados al escuchar aquella orden se miraron unos a otros, le tenían miedo claramente, dudaron en obedecer, hasta que todos soltaron las cadenas.
El individuo rápidamente se fue contra un grupo, parecía tan fuerte que solo un golpe de sus brazos podría romper los cráneos de todos, pero Tarikan no podía permitir aquello. Hizo pequeños ruidos para llamar su atención hasta que el hombre se abalanzó contra él.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...