Tarikan se había distanciado de Aynoa, a pesar de que ella le había pedido disculpas, él realmente se había sentido dolido al saber que ella era igual que todos y que lo juzgaba por las cosas que la gente decía sobre su vida.
Aún así, no la perdió de vista, seguía sus pasos en silencio, la obserbaba sin que nadie se diera cuenta y volvía a preguntarse como era que esa mujer no era de aquí. Lo había descubierto, desde los días antes de su cumpleaños, había desaparecido, pero no completamente.
En los subterráneos del castillo miles de libros permanecieron abiertos, habían muchas historias sobre las reencarnaciones, libros profanos que la iglesia quemaba. Exactamente por eso, era que el hombre no creía en Dios, creía en la verdad.
El sabía que en el mundo donde el estaba, la magia era infinita, sabía que en otras partes del mundo no había un solo dios, sino muchos. En otros continentes adoraban a la naturaleza, otros a la muerte y otros a seres como el sol y la diosa de la luna.
No era por nada que todas esas escrituras hablaban de lo mismo, la procedencia de los libros no se sabía con exactitud, pero claramente cada uno de ellos venía del exterior y todos decían casi lo mismo.
Tenía dos conceptos invadiendo su cabeza y la explicación de porque Aynoa tenía dos energías. Si bien una era la que todos teníamos al nacer, la otra era de su vida pasada.
Uno, ella podía haber muerto y reencarnado en este mundo nuevo, su segunda energía debía desaparecer gradualmente, pero Tarikan más de una vez revisó aquello y sus dos energías no parecían tener ni un solo cambio.
El otro concepto era bastante espeluznante, incluso para el mismo, podía ser una probabilidad, un error o la magia natural de la vida, su alma estaría aún enlazada a la otra y ella seguía viva en los dos mundos.
¿Pero cómo?, ¿cómo podría ser posible algo como eso?
No había nada cuerdo ante esa situación, solo era una suposición que día a día él se fue acercando, un paso a la vez mientras disfrutaba también de conocer a esa mujer. Poco a poco comenzó el descarte.
Jamás había olvidado lo que Aynoa era, incluso llegó a tener conversaciones con su criada cuando Aynoa había sufrido dolor de cabeza y durmió por días. En aquellos días, supo que su esposa si había tenido un cambio de actitud, antes no era tan desafiante, había amenazado incluso a la sirvienta en el día donde marcharon de la capital y Milla nunca había escuchado tal cosa de su señora.
Tarikan con una conversación inofensiva fue recabando información, a Aynoa no le dolía la cabeza por alguna razón específica, pero si había un patrón y ese patrón era el mismo.
Su cuerpo estaba completamente ligado a la magia, su alma, su espíritu, incluso su propia energía que no era igual a la de los demás. Mucho tenía que ver por el pacto con Siriham, pero también su propio progenitor.
Aynoa reaccionaba a su propia magia y a su escencia.
—Es curioso —dijo mirando uno de los libros—. Supongo que debería solo ir y preguntarle sobre la verdad, pero, ¿qué ocurriría si hay más gente de este tipo?
Tarikan parecía un tonto, no había nadie en la sala con quién intercambiar ideas, pero la única que podía escucharlo era Siri.
Sentando en un asiento con los pies sobre la mesa, llevó sus ojos hacia su serpiente y vio como el animal se tragaba un tremendo ratón que había encontrado en los alrededores. El roedor chilló un buen rato antes de comenzar a ser engullido y el duque observó con tranquilidad aquella escena.
—Ella podría negarlo y seguiría mintiéndome.
Estando a solas, las palabras prohibidas si se podían mencionar y como el duque generalmente hablaba solo o con Siri, aquello le ayudaba para escucharse y lograr sacar mayores conclusiones.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...