74.- Confieso

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Sin dejar de besar al duque, Aynoa abrió los ojos mientras visualizó su camisa y con sus manos fue desabotonando cada uno de sus botones. La piel desnuda de él poco a poco quedó en su mirada, jaló fuerte de la prenda sacando lo que quedaba de camisa dentro del pantalón y luego estiró su mano hacia él acariciando su cuerpo.

El duque no dijo nada, mientras ella se arrodilló bajando su boca por su cuello hasta su pecho él también soltó los amarres de su vestido.

Un gemido ronco salió de su boca cuando sintió como ella besó su cuerpo. Su tímida esposa hoy había tenido todo el valor de comenzar un acto que ambos deseaban.

Aynoa solo se incorporó cuando sintió que su ropa estaba floja. Apoyándose en sus rodillas sacó su ropa por encima de su cabeza quedando solo con sus enaguas antes de volver a besar al hombre.

Ella quería llevar el control esta vez, pero de un momento a otro sintió como el duque la tomó de la cintura y se estiró debajo de ella para luego acostarla sobre él.

Aynoa se quedó un poco helada cuando su rostro llegó a estar tan cerca de su hombría, cubierta aún por su pantalón. Se dió cuenta que el duque ya estaba lo suficientemente duro para notar su forma cilíndrica a través de sus prendas.

Tarikan subió su enaguas blancas dejándola en la cintura de ella y entonces le arrancó un gemido del interior de ella.

—¡Ahh...! — soltó tapándose la boca. Giró su rostro para mirarlo, había sentido claramente la lengua del hombre pasar por su intimidad.

Cuando pudo visualizar su rostro, el duque se mantuvo con su rostro serio, pero con una mirada tan ardiente que luego, con gran descaro volvió a lamerla mientras ella lo miraba.

Una electricidad le cubrió el cuerpo cuando lo hizo consciente que ella lo estaba observando, eso hizo que Aynoa cerrará los ojos descubriendo que aquello le gustaba más de lo que podía ser posible.

—Deberias hacer lo mismo. —La voz del hombre hizo que soltara un suspiro. Esa voz tan dulce, tan llena de deseos, parecía que controlaría su cuerpo si pudiese.

Las manos de Aynoa no tardaron en agarrar el cinturón del hombre y comenzar a batallar con el. Sus manos comenzaron a temblar cada vez que intentaba concentrarse, las sensaciones de placer más aumentaban.

Quería rogarle que se detuviera, pero cuando sintió como dos dedos del duque se introdujeron en ella, no pudo más que sostenerse de sus manos y bajar la cabeza mientras con cada respiración soltaba un gemido tímido.

Él sabía perfectamente como tocarla, como hacerla sentir laciva, sucia y pecadora. Junto al duque lo puro de su cuerpo ya se había extinguido.

Aynoa intentó concentrarse, no quería dejarse llevar por lo que sentía, ella también quería sentir como el hombre se excitaba con su toque. Terminando de desabrochar el cinturón, soltó el botón de su pantalón y bajó el cierre.

No dudo en pasar la mano por debajo de sus calzoncillos y sacar su hombría. No había tenido la oportunidad de verle de cerca por un tiempo prolongado, y conocer con sus ojos lo que estaba tocando.

El duque soltó un leve gemido cuando ella lo estímulo, pero solo fueron unos segundos antes de levantar la cadera ante el placer y terminar de aplastar su rostro en los muslos de el.

—Oh... No lo hagas así —dijo ella al sentir como el duque había sumado otro dedo a su apertura, su lengua volvió a chuparle el clítoris mientras que la emoción comenzó a hacer correr su corazón.

Aynoa volvió a apoyarse en su mano mientras que frente a ella vio como la punta del miembro del hombre se junto una gota de líquido claro. Dudo mucho en hacer lo que él mismo había hecho con ella.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora