81.-La muerte se viste de gloria

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Tarikan entró en la habitación tan silenciosamente que trató de moverse lo más lento posible para no despertar a Aynoa. Podía ver cómo ella estaba acurrucada hacia el lado izquierdo con sus manos hacia su rostro y sus rodillas bien apegadas al pecho en posición fetal.

El duque la observó un tiempo, no estaba enojado con ella, sabía que ella se había alterado lo suficiente para llegar a decir cosas sin pensar, pero no la culpaba. Todo lo que había ocurrido, ocurrió sin haberlo esperado, quizás pudo haberse controlado con el marqués de que el hombre también era inocente con lo del sacerdote.

Entonces poniéndose una bata y dejando su torzo desnudo desapareció nuevamente.

Tristán ya estaba dormido junto a Sophia cuando despertó de un saltó, completamente asustado trato de decir algo, pero sobre su cabeza había un rostro conocido. Con la boca tapada vio como el duque llevó su índice a su boca y lo hizo guardar silencio.

El marqués no sabía cómo responder a aquello, su hechicero era nivel medio por lo tanto aún tenía heridas en su rostro que no llegaron a curar.

Sin decir nada, ni emitir un solo sonido, fijó sus ojos hacia el duque y sintió como una luz azul le refrescaba el rostro. Poco a poco el ardor de sus heridas se fue pasando, se cerraron completamente sin dejar una sola cicatriz.

—Tu y yo nunca nos llevaremos bien, pero yo lo haré por mi esposa y tú por tu hija. Mañana tu y yo nos vamos a comportar.

Tristán solo asintió con la cabeza mientras la mano del duque fue retirada de su boca y luego, volvió a desaparecer. Asombrado, no había esperado que el mismo hombre que le hirió el rostro le curara, pensó que incluso Aynoa podía haber hablado con él luego de haberlo retado, pero los ojos del duque no parecían tener arrepentimiento.

Era realmente difícil imaginar que el gran demonio de Castilvell podía ser controlado por una mujer. No, ni una persona podía ejercer autoridad sobre él, más que el rey.

Aynoa somnolienta sintió como su cuerpo se movía lentamente. No dijo nada, ni hizo nada, los brazos del duque la arrastraron del lugar donde había quedado dormida y la llevaron cerca de él.

—¿Estás despierta? —preguntó el en un susurro.

Ella no dijo nada bajó sus ojos a su estómago y se mordió la lengua, no sabía cómo sentirse realmente. Los dos habían discutido y estaban bastante distanciados desde que llegaron a Abeul, sin duda alguna no era un buen momento para soltar la bomba que estaba ocultando.

El duque no dijo nada más, abrazándola desde atrás apoyó su rostro cerca de su cabeza y no volvió a moverse.

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Al día siguiente, Aynoa despertó conociendo aún más del futuro. Abrió los ojos grandemente y tomó conciencia de lo absurdo que había sido venir.

“Ella de todas maneras morirá”

Sí, por más que el duque hiciera algo Mariam no saldría viva de su enfermedad. El libro ya había sentenciado su muerte de la forma más dolorosa, por una enfermedad que en el tiempo en el que se vivía aún no era conocida.

Un mal que se iba extendiendo gradualmente por todo su interior, entregándole dolores inimaginables hasta acabar con su vida.

Sentándose lentamente no volteó a ver al duque que estaba a su lado, pensaba que si lo miraba a los ojos su boca rapidamente se abriría diciéndole todo. Aynoa quería que fuera especial, ¿podia ser un niño sano?, ¿un niño que venga sin problemas?, ¿podía ser que ahora que tenía una piedra mágica dentro sanaría cualquier enfermedad que tuviera su pequeño?

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora