Su respirar comenzó a acelerarse, entre la oscuridad y en medio de un temible bosque, el terror volvió a tocar su joven alma.
—Siri —susurró él mientras no sacaba los ojos de Aynoa.
La mano que tenía Tarikan sobre la boca de ella no salió de allí, pero Aynoa sintió como la serpiente comenzó a salir del borde de su ropa. Deslizándose, la escamosa piel helada del animal se frotó por su mejilla derecha hacia el tronco del árbol. Tardó solo unos segundos hasta que Siri desapareció.
Otro sonido volvió a escucharse, parecían pisadas de hojas secas, los ojos del duque se movieron nuevamente hacia esa dirección y luego Aynoa notó que tomo una gran bocanada de aire. Tardó unos segundos en girar el rostro con rapidez hacia la mujer.
—Tu... —dijo él asombrado y un ruido muy parecido al del búho cubrió el lugar para luego volverse un gruñido ronco.
Tarikan ya sabía que era, lo que lo asombró fue lo estúpido que había sido, había un animal cerca que los estaba acechando y la verdad era que no estaba seguro si solo era uno o si habían más.
De repente el tronco dónde Aynoa estaba apoyada tembló y las hojas comenzaron a caer.
—Debes confiar en mi —Tarikan susurró lentamente y en voz baja.
Aynoa al escucharlo sintió como el brazo izquierdo de él comenzó a rodear su cintura y poco a poco la fue apegando a su cuerpo. Sus manos quedaron apoyadas en sus pectorales. Podía sentir el respirar del duque que subía y bajaba de forma coordinada y profunda.
El respirar de Aynoa se podía escuchar como soltaba pequeños sonidos al tratar de tomar aire con rapidez, sus exhalaciones chocaban con la palma de la mano del duque y el olor de él continúo impregnando su rostro, pero las siguientes palabras del duque la aterró.
—No mires hacia arriba. —Ella enseguida llevó sus ojos hacia el cielo sin alzar el rostro, sus ojos solo pudieron ver la manzana de Adán del hombre que observaba la cima del árbol.
Tarikan hizo movimientos lentos y llevando su rostro hacia la copa del árbol vió al monstruo sobre sus cabezas. Se encontró rápidamente con unos enormes ojos como los de un búho mucho más grandes que el rostro de un ser humano. Tenía un cuerpo peludo de color negro, manos de un primate con unas garras largas enterradas en el tronco para sujetarse. Estaba de cabeza con toda su atención sobre aquella pareja.
—Ta-Tarikan —susurró ella.
—Tú gritas y las cosas realmente se pondrán feas —le dijo en el oído. Aynoa sintió el calor de su rostro apegado a su cabeza, pero también sintió los ruidos que hacía el árbol como pequeños rasguños.
—Sácame de aquí —le susurró mientras enterró su rostro en su pecho e inconscientemente comenzó a enterrar sus uñas en los brazos de él.
—No te muevas —dijo sacando su mano de su boca y con movimientos lentos tomó la empuñadura de su espada para sacarla—. Cuidado con su filo.
Aynoa sintió la mano de él tocando su estómago, estaban lo suficientemente cerca como para que sus cuerpos a penas se separaran.
—Cuando te diga corre, correrás.
—No-no, no pu-puedo...
—Sí, si puedes...
Sangre fresca y una mujer que había perdido la virginidad hace muy poco era la presa que cualquier vampiro quisiera encontrar en el medio de la noche. Esta criatura era algo parecido a uno en su edad más temprana, pero no debía estar allí, no salían "vampiros" en primavera.
El silbido de la espada sonó, Tarikan llenó sus pulmones de aire y entonces ordenó.
—¡Corre!
Aynoa no lo pensó mucho y salió de allí mirando el suelo para no caerse. Detrás de ella un sonido agudo hizo temblar sus tímpanos.
ESTÁS LEYENDO
Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...