5.- Entre enemigos

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—¿Él-Él era el hechicero de Castil...? —preguntó la muchacha, pero su criada rápidamente le tapó la boca.

—Mire las banderas y los estandartes, no hay duda de su respuesta. Tenga cuidado con lo que habla, Castilville y Abeul no se llevan bien.

—¿Cómo sabes eso?, ¿por qué están aquí entonces?

—Quizás eran los únicos que estaban cerca. Se dice que el duque vivía en estas tierras y vivió en la masacre de Sinova y Terra.

—Pensé que aquello solo era un rumor —dijo Aynoa pensando en ese hecho.

La masacre de Terra y Sinova había ocurrido justo cuando ella había nacido, y nadie en el castillo hablaba de ese hecho, ya que su padre fue el responsable de no entregar ayuda a tiempo. Se decía que la gente fue asesinada frente a las puertas y luego que acabaran con ellos, recién el hechicero de Abeul se encargó de los monstruos.

—Es por eso que se dice que el duque fue adoptado por el antiguo duque de Castilville.

— ¿Ragnur?

—Sí, pero él ha desaparecido hace diez años, nadie sabe dónde está. En Ridas se dice que agarro un barco y marchó a otro continente. De ahí no ha vuelto.

—Quizás ya está muerto.

—Pero es un hechicero y los templos se iluminan con la luz azul, cuando uno de ellos muere, él debe estar vivo.

Ragnur era uno de los hechiceros más fuertes y había sido el responsable de crear en Castilville una academia de magia, pero en la actualidad él era simplemente un fantasma. Tarikan había salido de los primeros grupos de hechiceros de él, y se decía que también se encargó en deshacerse de sus compañeros.

"No había mayor satisfacción que eliminar uno de mis hermanos"

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Muchas de las casas habían sido destruidas, había sangre por todos lados tanto de persona como de los monstruos, los soldados estaban reuniendo los cadáveres en una pila, mientras que otros veían a los heridos a un costado.

—¿Todos son magos?

—La mayoría del escuadrón están estudiando para serlo, pero no todos lo son —le dijo un soldado que había escuchado a la señorita—. Allí hay agua para que puedan lavarse las caras, luego reúnanse por ese sector para ser vista por algún médico. Cuando se organice todo le tendremos ropa para cambiarse.

—Yo necesito que me lleven al castillo —dijo la señorita deteniéndose y mirando al hombre con el rostro en alto—. Soy la primera heredera del marqués Tristán, primera hija de la tierra de Abeul.

—No me digas —dijo el soldado sonriendo— ¿Y qué hace la hija de un cobarde como él en un lugar donde se necesita la valentía?

—Hey —dijo otro soldado acercándose a ellos—. Cuidado con lo que hablas, si el general real te escucha estarás en problemas.

—Llévalas tú si crees en lo que dicen, yo no respondo ante el general —dijo el soldado dándose la vuelta y caminando hacia la pila de muertos.

El hombre miró al soldado marcharse y lentamente volteó a ver a las mujeres, una de ellas, la más pequeña, sacó un collar con un sello. Lo reconoció enseguida, pero se preguntó ¿Cómo es que esta señorita de noble cuna terminó en el medio de la masacre llena de mierda?

—La llevaré, pero permítame invitarla a lavarse la cara —dijo con una sonrisa.

—¿Me estás insultando?

—No, claro que no, pero los hechiceros, aunque sean de bajo nivel como yo, tenemos un agudo olfato. Si lo hace estaré muy agradecido con usted.

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Gracias al soldado Aynoa fue escoltada hacia el castillo, tomando la mano fuertemente de su sirvienta caminaron entre los hombres hasta llegar a él. El ascenso fue bastante duro, ya que el camino había sido destruido por las pisadas del trol, incluso para los caballos había quedado difícil el acceso hacia él.

Cuando llegaron al castillo, un enorme cuerpo de color tierra estaba tirado a un lado de la entrada. Sus pies eran como los pies de los elefantes, gordos y de gran envergadura, tenía pequeños hongos y musgos cubriendo parte de sus brazos y un largo pelo liso de color negro se movía con el viento.

Aynoa se sintió más asustada, esa cosa era muy grande para imaginar su tamaño de pie. Ella solo lo había visto de lejos y escuchado sus pasos, pero nunca lo tuvo tan de cerca. Un grupo de diez soldados custodiaron el cuerpo, era increíble ver lo tranquilo que estaban dándole incluso la espalda.

Por el otro lado, los soldados había apilados los cuerpos de más personas junto con los lobos y de un momento a otras dos personas estiraron sus manos hacia el frente y los cuerpos se prendieron quemándose con fuego. No hizo necesario nada más que aquellos dos hombres.

Aynoa se dio cuenta de que la gran puerta de madera estaba rota, parte de ella se golpeaba lentamente con el viento que corría haciendo chillar los engranajes. Dentro del castillo también había cuerpos y sangre, la gente había podido encerrarse en los pisos superiores hasta que el escuadrón llegó.

El marqués Tristán y su familia se habían salvado por poco.

—¿Tú eres su sirvienta?

—Sí, señor.

—Ve a prepararle un baño, cambie su ropa y preparen mudas. El castillo quedará inhabitable por un tiempo y serán llevadas a la capital con todos los sobrevivientes.

—¿Qué? Pero yo...

—Son órdenes de su majestad el rey, pronto llegarán los soldados reales para acompañarlos.

—Soldado —preguntó Aynoa—. Los monstruos, ¿volverán a atacar?

—No lo sé, señorita, esperemos que no.

La joven mujer junto a su sirvienta subieron rápidamente las escaleras hacia el tercer piso, cuando llegaron a él, muchos sirvientes la vieron y se acercaron para asegurarse que estaba bien. Estaban muy preocupados por su desaparición y se encargaron rápidamente de ayudarla a cambiarse, ya que sin duda alguna cuando su madrastra Sophia se enterará de ella, seguro la castigaría.

Lo primero que hizo al entrar a una de las habitaciones fue agarrar un recipiente metálico y devolver lo que tenía en su estómago. Mientras más vomitaba el olor nauseabundo de su propio cuerpo, más la hacía vomitar, se había aguantado por el shock que le produjo todo lo vivido y ahora no podía detenerse y controlar sus propias arcadas.

Su padre no se detuvo en preguntar por ella, constantemente pidió que la buscarán o el mismo bajaría a la ciudad a ver dónde había quedado su hija. Sentía mucho remordimiento de haberle dado permiso en ir, era lo único que le quedaba de su antigua mujer y eso solo le estrujó más el corazón.

Cuando la vio entrar por el dintel de la puerta no dudo un solo segundo en ponerse de pie y abrazarla, estaba furioso con ella, pero también temeroso, nunca había perdido la esperanza de encontrarla con vida. Luego de abrazarla y besarle la cabellera, se tranquilizó lo suficiente para comenzar a retarla, jamás le volvería a permitir salir lejos del castillo.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora