31.-Amarga noche 2

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Aynoa conocía sus intenciones, no quería verle, estaba entre el miedo y la curiosidad de conocer por primera vez como era un hombre allí abajo, pero también sabía el por qué Tarikan le estaba pidiendo desnudarse.

—Una vez que comencemos no vamos a detenernos.

—Espera...

No quería, realmente no y no podía decirle, el sacerdote y la iglesia tenían también hechiceros que podían comprobar la versatilidad de las cosas, ¿qué pasaría si no le creyeran?, ¿qué pasaría si este acto no se hiciese?, ¿ellos podrían descubrirlo?

—¿De-de verdad tengo que quitármelo? —preguntó tratando de detener las manos de él que volvieron a jalar lentamente los amarres de su vestido.

Con ese hecho Aynoa desechó que lo que habían hecho detrás de la puerta no sería parecido a esto, él ahora tenía el derecho de verla y de hacer lo que quisiera con ella. La idea le apestaba, pero era un esfuerzo para poder ser libre.

El hombre solo subió una de sus cejas y volvió a jalarla, Aynoa solo se quedó quieta mientras sentía como su ropa comenzaba a quedar más holgada y lentamente cayó por sus brazos hasta quedarse en su cintura.

Su pecho desnudo subió profundamente, dejó de respirar por la nariz abriendo levemente los labios y trató de controlar su nerviosismo, pero estaba asustada. Cuando vio los ojos de Tarikan bajando a mirarla, ella más se tensó, apretó los puños de las manos sin saber qué hacer, ni decir.

Mirándose el cuerpo, vió sus montículos rosados sin nada que la cubriera, se sintió diminuta, los brazos de Tarikan eran el triple de ella, incluso sus hombros eran grandes, con un abdomen marcado y espalda recta parecía un elegante león.

Avergonzada y humillada sintió los ojos del hombre posarse en su piel, no quería esto, pero tampoco podía negarse. Tarikan lentamente la empujó llevándola a sentarse en la cama y al salir de la luz Aynoa dejó de verle el rostro. Parecía que la misma sombra de recién le había envuelto la cara en una profunda oscuridad.

El hombre entonces puso una rodilla en el suelo y le quitó los zapatos con cuidado, sin decir una sola palabra miró sus pies descalzos. Aynoa se tragó un sollozo cuando sintió las manos de él tocar su pantorrilla derecha y lentamente subió a sus muslos.

—Espera, detente un segundo —dijo empujando sus hombros cuando él se levantó y hundió el rostro en su hombro.

—Ya te dije que de ahora en adelante no nos detendremos. Deberías continuar lo que estabas haciendo hace un rato —le dijo en el oído mientras tomaba una de sus manos y la dejaba en su pectoral derecho.

Aynoa sintió los labios del hombre recorrer su clavícula y lentamente la fue empujando hasta quedar acostada atravesada en la cama. Intentó con sus fuerzas separarse de él, pero enseguida Tarikan agarró una de sus manos y la quedó mirando mientras ella aún cubría sus senos por la tela que había quedado en su cintura.

—Quédate tranquila.

—¿Es...esto es normal? —dijo aún asustada.

—¿Normal? —dijo él soltando su mano y tomándole firmemente de las mejillas— ahora sé que es nuevo para ti.

—¿Todos los matrimonios hacen esto?

—Esto y más.

Aynoa asustada aún por sus palabras quiso huir cuando él dejó caer su cuerpo sobre ella. El contacto con su piel le causó rechazo inmediato, pero no podía apartarlo, era distinto, muy distinto a lo que había sentido antes con él. Incluso en un segundo pudo recordar al hombre que había intentado violarla ¿Era lo mismo?

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora