40.- Ira, justicia y poder.

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Caleb fue llamado por unos soldados, la mayoría de los hombres de Mormont estaban arrodillados con sus manos sobre sus nucas mientras eran reunidos, pero más allá de todos los escombros que habían quedado, un grupo de mujeres salieron pidiendo ayuda.

Sorprendido, no esperaba encontrarse con las sirvientas en este lugar, tardó unos segundos en descubrir que había allí. Soldados, niños, mujeres, incluso el cocinero principal del castillo estaba tirado en el suelo. Las mujeres intentaban todo para poder curar sus heridas, pero más de un muerto yacía cubierto con, sacos de papas.

—¿Qué es esto? —preguntó Caleb entrando, tuvo que bajar la cabeza para no golpearse con la viga de la entrada.

—Hemos instalado aquí un puesto para los heridos, estoy muy agradecida de que por fin hayan llegado —dijo una mujer mirando al soldado.

—No sabe los horrores que hemos tenido que pasar, perdimos a los soldados que participaron en el asedio en la primera semana, en la tercera Mormont se volvió loco y ejecutó a los ayudante de cocina. Solo nos queda Aaron.

—Por favor Sir Caleb, ¿usted puede curarlos?

—Soldados —dijo Caleb—. Hagan una lista de la gente que está aquí, informen esto al duque y busquen enseguida a los hechiceros para que vengan a curar a la gente.

—Señor la fuerza mágica de Merlín no será suficiente.

—No hablo de él, Merlín no puede ser el único. Cuando la situación este controlada, reúnan a todos.

—Sí, señor.

—Señor, Reimy está aquí.

Caleb que había dado unos pasos para marcharse, se detuvo al instante al escuchar aquello. Pensaba que de alguna forma el mayordomo podía estar dentro del castillo junto con Cler, pero no esperaba encontrarlo allí.

—¿Está vivo?

—Venga a verlo porfavor.

Caleb siguió a la sirvienta dentro, el olor era bastante fuerte, y rápidamente cubrió su boca con el borde del cuello de su ropa, un olor a sangre, sudor y putrefacción. A medida que se hacía paso entre telares y cuerpos, la mujer le explicó que Mormont no permitía sacar los cadáveres al menos que sea solo día viernes, por lo tanto habían muertos que estaban por cumplir la semana allí.

—Reimy —dijo Caleb al ver al anciano.

Acostado en una cama el hombre respiraba solo por la boca, su cuerpo estaba envuelto en telas ensangrentadas, junto con su frente, pero no hubo respuesta. Con un respirar pesado, tardaba unos segundos en volver a tomar aire, tan extremo que incluso su caja toraxica subía junto con sus hombros.

—Ha estado así por tres días —dijo la mujer—. Ya no reacciona a los estímulos, tampoco bebé, ni se alimenta, no sé cuánto más durará.

—Poco.

Caleb había visto como agonizaba la gente más de una vez y era exactamente ese tipo de respirar que tenía hoy su mayordomo. Temía que muriera en los próximos segundos, ya que, la única forma de traer vida después de la muerte era la escama del dragón blanco, algo que hasta el momento era codiciado por el duque sin éxito alguno.

El soldado no podía creer todo lo que había ocurrido, habían sido solo dos meses fuera y todo cambio desde que se marcharon. Si el mayordomo fallecía, eso desencadenarían más y más tragedias, él conocía la pequeña locura que tenía Tarikan dentro.

Justo cuando estaba pensando en el duque, un temblor hizo vibrar todo, mirando el suelo vio como las piedrecillas se movieron de un lado a otro, y luego un sonido como si la tierra gimiera de dolor.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora