Cogió el ramo y se dirigió directamente al despacho del segundo piso. Como siempre, no llamó a la puerta. Judith empujó la puerta y entró.-¿Eres tú? -Derek, que había estado estudiando atentamente sus papeles, frunció el ceño, no le gustó la repentina interrupción-. ¿Qué quieres?
-Este ramo de flores, tú lo encargaste.
Derek vio el ramo en su mano y le dirigió una mirada de asombro. Pero luego volvió a ser el de siempre y se levantó lentamente.
-¿Supongo que quiero tener una aventura y cuidar tu imagen pública? -dijo Judith, cruzándose de brazos y mirándole fijamente-
Derek, que ahora estaba a escasos centímetros de ella, frunció el ceño mientras escuchaba.
-¿Qué?
Judith supuso que había encargado el ramo en la mansión porque quería parecer un esposo cariñoso. Quería parecer el tipo de marido cariñoso que entregaría un ramo de flores a su esposa después de luchar para conseguir una cita con el florista Merzon, cuyas existencias estaban por las nubes estos días.
Pero sus pensamientos empezaron a flaquear cuando vio que enarcaba las cejas.
Derek vio a través de sus pensamientos y dejó escapar una pequeña risa. Entonces le arrebató el ramo de la mano.
-Esto no es para ti.
Con el ramo en los brazos, Derek se acercó a su escritorio, abrió un cajón y sacó algo. Era un collar, iluminado por un haz de luz que atravesaba el despacho. Un collar de diamantes que parecía brillar en la oscuridad.
-Es un regalo para la persona que amo -dijo Derek mientras introducía el collar en el ramo.
Hacía sólo dos días que él y Sylvia Wirrell se habían peleado, así que sólo podía ser ella, Sylvia Wirrell, a quien se refería ahora.
-De ninguna manera te haría un regalo.
Las palabras de Derek eran agrias, como si quisiera clavarle una estaca en el corazón.
A pesar de conocer perfectamente sus intenciones, Judith no podía mostrarse tan despreocupada esta vez. Estaba casi avergonzada de haber confundido el ramo como suyo.
Era un recuerdo que sólo podía evocar de pasada y que la ponía nerviosa. Judith sacudió la cabeza, tratando deliberadamente de sacudirse los recuerdos desagradables. Apartó los ojos del jardín de flores que había estado contemplando. Dobló la esquina del pasillo.
Preocupada por borrar el pensamiento, ni siquiera se dio cuenta de quién se acercaba por el otro lado.
¡Bum!
Cuando sus cuerpos chocaron, Judith se agarró a la esquina de la pared y, afortunadamente, no cayó, pero la otra persona se desplomó en El parque suelo. Al enderezar su visión tambaleante, Judith jadeó al ver a la persona caída y se acercó a ella.
-¿Estás bien?
-Sí, sí...
Al doblar la esquina había una mujer. La mujer, aturdida y desconcertada, que no tenía ni idea de lo que le estaba pasando, cogió rápidamente la mano de Judith. Mientras la ayudaba a ponerse en pie, la mirada de Judith se dirigió al cuello de la mujer.
El cuello de la mujer, blanco y hermoso como el de un ciervo, era de una belleza deslumbrante. Una cadena de oro fuertemente entrelazada y un brillante diamante en el centro.
Judith tuvo una sensación de déjà vu en cuanto lo vio: era el mismo collar que había aparecido antes en su recuerdo.
El mismo collar que Derek había introducido en el ramo.