-Tengo la cena preparada para ti. Vamos al comedor.Judith le condujo con destreza, y mientras caminaban, Vincent recorrió con la mirada la residencia ducal, y habló.
-¿Y el Duque?
-Está esperando en el comedor.
Si Derek hubiera estado más abajo que Vincent, habría hecho bien en salir a recibirlo, pero como estaba un rango más arriba, no hizo falta. Queriendo retrasar lo más posible su encuentro, Judith fue a reunirse sola con Vincent.
Hasta que Vincent llegó, se preguntó si debía decirle que Derek era un demonio. No había nada malo en ocultarlo, pero tampoco había nada bueno en revelarlo. Si iba a mantener la identidad de Derek en secreto para el Emperador, más le valía mantener la boca cerrada. Un secreto es tan valioso como el menor número de personas que lo conocen.
No es que dudara de Vincent, pero había demasiados oídos y ojos sobre él como para tomar una decisión sencilla. No había habido noticias del Duque desde el despertar de Derek, y lo más parecido a él en ese momento era el Marqués Lepis, emparentado con ella por sangre.
Los chismosos se abalanzan como hienas voraces al menor indicio de apertura. No se sabía si la información se filtraría o no, así que Judith decidió mantener la boca cerrada por el momento. Para ser sincera, no sabía si su hermano la creería cuando le dijera que un demonio se había apoderado del cuerpo de su difunto marido.
La idea de que ambos estuvieran a punto de encontrarse la ponía nerviosa. Quizá se había sentido más cómoda cuando no conocía la identidad de Derek. Esperaba que su encuentro con Vincent transcurriera tan bien y sin sobresaltos como los otros dos.
Cuando llegaron al comedor, Derek, sentado en la mesa principal, los vio y se incorporó lentamente. Vincent se le acercó primero y le ofreció la mano para que se la estrechara; normalmente, como Marqués, se habría esperado que hiciera una reverencia, dada la clara distinción de estatus entre los dos hombres, pero como cuñado y cuñado, se permitía cierto grado de familiaridad.
Derek miró la mano y luego a Judith por encima del hombro de Vincent. Judith le guiñó un ojo, instándole a obedecer. De mala gana, cogió la mano de Vincent.
-He oído que has tenido problemas para recordar cosas desde que te despertaste.
-Así es.
-¿Y ya estás bien físicamente?
-Afortunadamente.
Derek se encogió de hombros y contestó escuetamente. Judith se quedó mirándolo.
Parecía tan natural que se mostrara condescendiente con los demás. Ahora que lo pensaba, recordaba que la última vez había dicho algo sobre los sangre pura, pero no podía recordarlo... Por supuesto, aunque lo recordara, no era más que un recuerdo para Judith, que no sabía nada del mundo demoníaco.
Recuperó la cordura y los invitó a sentarse, con Derek a la cabecera de la mesa y Judith y Vincent frente a frente.
La comida preparada comenzó a llegar una a una. Un pavo asado con especias hasta quedar crujiente, pan para acompañarlo, una ensalada espolvoreada con queso blanco como la nieve y trucha a la plancha en una salsa de tomates hirviendo a fuego lento, todo lo cual tenía un aspecto apetitosamente delicioso, sin nada más sobre la mesa.
Vincent, masticando diligentemente, tragó saliva y tomó la palabra.
-Por cierto, ya que el Duque se encuentra mejor, se me ha olvidado traerle un regalo.
Al oír su voz, los ojos de la pareja se volvieron hacia él simultáneamente.
No necesitaban más regalos. Ya estaban abrumados por la pila de regalos que había en el almacén del Duque. Judith, recordando la montaña de regalos, estaba a punto de replicar que con su corazón era suficiente. De repente, Vincent la miró fijamente. Era una mirada de contención, y Judith congeló sus labios fruncidos.