En el dormitorio sólo se oía el sonido de unas manos ocupadas. Los ojos de Judith, reflejados sobre el espejo, no estaban enfocados. A su lado, las sirvientas permanecían en silencio y la ayudaban a ponerse la túnica negra.Sus pupilas, incapaces de permanecer en el presente, vagaban por algún lugar del incidente de hace dos semanas.
Fue Lord Horton, el primer caballero que se despertó cuando la magia de Aníbal se deshizo, quien descubrió la caótica villa y la multitud de color sangre que había en ella.
-¡Señorita!
En un jardín lleno de sangre repugnante y arena áspera, la Duquesa se sentó de manera débil. Lord Horton, que corría con su espada en la mano, no tuvo más remedio que frenar su paso en cuanto encontró a los dos hombres caídos en el suelo.
«Qué el...»
Su señor, el Duque, estaba cubierto de sangre de pies a cabeza. Y un poco más lejos, Sylvia Wyrell, la criatura parecida a un pulgón que había seguido durante todo el matrimonio de Buda también estaba estirada y manchada de sangre.
En la cruel escena, que parecía haber sido aniquilada, el Señor no pudo decir nada más que su boca. Entonces recobró el sentido y examinó el pulso de los dos. No había. Significaba que el corazón ya se había detenido y endurecido.
Lord Horton miró apresuradamente a Judith. El dorso de la mano de la Duquesa en el suelo temblaba de blanco y lágrimas transparentes fluían sin cesar sobre ella. No podía emitir ningún sonido y estaba sollozando.
«¿Qué demonios ha pasado?»
Lord Horton no sabía por qué se había quedado dormido y qué había pasado durante ese tiempo. Sin embargo, podía adivinar plenamente que había ocurrido un incidente inusual sólo por la escena que tenía delante.
«¿Fueron atacados por el enemigo? No, antes de eso, ¿por qué demonios está aquí la señorita Wirrell? ¿Y cuándo regresó el Duque, que supuestamente estaba en la capital?»
En medio del caos, sólo la idea de llevar a Judith a un lugar seguro era evidente en su cabeza.
-¿Está usted bien? En primer lugar, ¡... Señora!
En ese momento, el cuerpo de Judith, que apenas aguantaba, se desplomó de lado. La larga cabellera plateada se agitó lastimosamente y se desmayó.
Y al despertar, pasaron dos días en vano. Antes de darse cuenta, Judith salió en busca de Derek. Haciendo caso omiso de las palabras de la sirvienta de que debía descansar, corrió por la villa descalza. Al igual que lo ocurrido hace dos días era un sueño, la villa estaba limpia como acababa de llegar.
-¡Señora, por favor, cálmese¡ ! Aunque sea piense en él bebé...!
Gracias a un médico que se apresuró a traer mientras Judith se derrumbaba, los que la atendían se enteraron de su retiro sólo tardíamente. La criada que la seguía consiguió ayudar a Judith. Tambaleándose, contempló el jardín, que también había sido devuelto a su estado original. La feroz batalla de los demonios en la parte superior todavía estaba a la vista.
-Esposo, esposo...
-Cuando lo descubrimos, ya estaba fuera de control.
La criada respondió en tono melancólico.
Salvo Judith, nadie recordaba lo que había pasado aquel día. Así que todos se sorprendieron, se horrorizaron y se cuestionaron al mismo tiempo.
Quien no pertenezca al Ducado no podía no saberlo, pero los sirvientes que han traído a la pareja habían estado muy al tanto de la verdad de la relación amorosa de Derek y Sylvia. Mientras tanto, el alboroto y Judith, que sobrevivió sola entre los tres, sólo podían presumir de ser un drama político.