Pronto sus dientes como colmillos se hundieron en la suave carne. Judith gimió débilmente y su lengua húmeda pasó suavemente sobre las marcas de los mordiscos. Poco a poco, la carne blanca se humedeció con su saliva. Sus pupilas se oscurecieron mientras mordisqueaba su muñeca y la miraba.Las burlas de la lengua se hicieron cada vez más insistentes, y Judith miró ansiosamente al cochero, curvando los labios en un mordisco, hasta que un disimulado pulgar ahuecó sus labios fuertemente cerrados.
-No te muerdas el labio.
Al oír eso, Judith relajó naturalmente el agarre de sus labios. Había momentos en los que se encontraba haciendo lo que él le pedía sin querer, y no podía decir si era el poder de la magia, o el poder de él que no tenía nada que ver.
Le frotó suavemente los labios resecos y luego deslizó con cuidado un dedo por la mucosa caliente. Ella chupó el dedo largo y grueso sin darse cuenta. Entonces, un fuego feroz ardió en los ojos inyectados en sangre de Derek mientras movía lentamente la lengua para probarla de nuevo.
-Lámelo con la lengua.
Judith movió la lengua con cautela para tocar el dedo de Derek.
Aunque sólo tenía un dedo en la boca, lo sintió duro contra su lengua, haciéndole pensar que le estaba lamiendo el pene. Pasó el dedo por la lengua como si fuera un caramelo y lo succionó lo bastante como para que se oyera un chasquido al sentir el goteo de saliva.
En ese momento, Derek murmuró en voz baja, retiró el dedo y le cogió la barbilla.
~Quiero chuparte los labios -susurró Derek, con la cara cerca de la de ella. Su aliento le hacía cosquillas en los labios.
Cuando Judith se quedó quieta, él le lamió el labio superior con la lengua. Luego se acercó un poco más, le mordió el labio inferior y lo chupó suavemente.
Sus labios se separaron en una línea lasciva ante la placentera sensación, y sin perder un segundo, la punta de su lengua se deslizó lentamente, la sensación de su húmeda lengua tanteando perezosamente fue suficiente para erizarle la piel.
Sin pensarlo, Judith levantó las manos y se las puso alrededor del cuello. Las comisuras de los labios de Derek se crisparon. Parecía gustarle su abrazo.
-Bueno, Derek. Algo más que esto...
De repente, una mano le agarró el muslo y Judith gimió, apartándose. No quería ir más allá de un beso, no en la habitación de su mansión.
-Vale, abre la boca -ordenó Derek con voz suplicante, incapaz de resistir la momentánea separación de sus labios.
Cuando sus labios volvieron a juntarse, la palma de su mano agarró la nuca de Judith. Fue su mano la que impidió que la cabeza de Judith se rompiera contra el cristal al retroceder un poco ante los intensos empujones de Derek.
Cada vez que hacían el amor, Derek arremetía a ciegas, como un hombre que vaga por un desierto y finalmente encuentra un oasis, y se sentía más como un acto instintivo de vida que como un mero apetito.
En su prisa por seguir el ritmo, Judith siempre está al borde de su asiento. También hoy su pecho subía y bajaba con la respiración que le llenaba la barbilla. Pero Derek nunca se echó atrás. Se aferraba a ella, persistente e implacable, incluso cuando le daba su aliento.
Era en momentos como éste cuando Judith se preguntaba de verdad cómo era el "olor" que decían que le cegaba.
Una lengua roja salió de entre los labios entreabiertos, lascivamente entrelazada como una serpiente enroscada. La primera vez que lo había besado, sus lenguas se habían encontrado y ella se había quedado paralizada, pero ahora podía más o menos igualar su respiración. Pero Judith no se daba cuenta de que su sutil respuesta no hacía más que avivar el deseo de Derek.