Mordiéndose las pálidas mejillas, se quitó el vestido. El pulcro vestido salió del cuerpo de Judith en un desorden muy colorido.Ya le habían quitado la parte de abajo, así que todo lo que llevaba puesto era una camisola reveladora. Los pezones ya estaban en un estado de balanceo con el calor altísimo.
Derek le mordió el pecho. La espalda de Judith se enderezó ante la ingeniosa sensación de que el vértice sensible estaba siendo aplastado por completo.
-Ay, me duele.
La punta de su pecho le dolía mientras lo masticaba como si fuera a dejar una marca de dientes. Mientras gemía de descontento, Derek inmediatamente sacó la lengua y la lamió suavemente hasta que se derritió. Entonces, no solo la textura de la piel, sino también la camisa comenzó a mojarse.
-Parece que los pezones todavía están sensibles.
Agarró sus pechos con ambas manos y los apretó. De vez en cuando, levantaba el dedo a propósito y rascaba el pezón, lo que le producía un cosquilleo en el estómago. Dejó escapar un suspiro estimulante y le lamió la barbilla levantada, luego se tragó los labios de inmediato.
-Uf, um.
Lenguas pegajosas, retorciéndose y arañando el tallo rojizo como una cereza madura. Cada vez que eso sucedía, la cintura de Judith se doblaba profundamente sin enderezarse por el placer de ser alcanzada por un rayo.
-Está endurecido.
Los pezones, que normalmente son suaves, se endurecen con la estimulación interminable. Tiró del vértice con el dedo índice como para verlo por sí mismo. Judith gimió ante el éxtasis emocionante, pero entrelazado.
Coqueteó y bromeó durante mucho tiempo hasta que sus pezones se hincharon al tamaño de una uña. Fue solo entonces que Judith recordó cada pensamiento de tener sexo con él, que ahora parecía un viejo recuerdo. Incluso entonces, tenía un rincón tan tenaz, y la acariciaba con tanta fuerza que le dolía la cabeza.
Curiosamente, el recuerdo evoca el sentimiento afectuoso de añoranza. Porque es el único hombre en su vida que la pone tan caliente.
-Derek...
Derek con mucho gusto le dio una mano, saludando en el aire.
-Sí. Estoy aquí.
Besó sus ojos llorosos y la consoló. Sabía mejor que nadie lo duro y doloroso que lo pasó Judith en el pasado.
Cuando levantó levemente la barbilla y le tocó los labios una vez más, Judith lo aceptó con premura, como si hubiera encontrado agua en el abrasador desierto. Deslizó su lengua gruesa por las mucosas y rascó el paladar, haciendo temblar sus bonitos párpados.
Su mano, que estaba a tientas alrededor de su cintura, se deslizó hacia abajo, clavándose en el triángulo.
-Abre tus piernas.
Judith alivió su fuerza de sus piernas apretadas sin darse cuenta por el aliento húmedo que le llegaba a la oreja. Luego, el dedo medio, que se había hundido en secreto, mordió los labios mojados.
-Sí.
Judith tembló y gimió mientras él jugueteaba con el agujero húmedo en un clímax. Derek, que le frotaba el clítoris con los labios muy abiertos, se sentía incómodo, así que levantó la parte superior de su cuerpo y la sentó apoyada contra él.
Judith, a medio pasar, lo siguió la corriente.
Él la agarró por la cintura con una mano para evitar que se cayera y frotó la vagina abierta con la otra mano. Judith se puso rígida y lo agarró del antebrazo.