17.3- George Weasley

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Tres meses después...

La señora Weasley fué a la cocina, llenó por tercera vez la bandeja con galletas de chispas de chocolate, y cuando volvió a la salita de la Madriguera, la dejó sobre la panza de ya seis meses de embarazo de Abby. 

—¡Una niña! —chilló la matriarca de los Weasley—. ¡Tendrás una hermanita, Freddie!

El pequeño Freddie, justo en ese momento pasó zumbando por ahí seguido de Molly, la hija mayor de Percy, y luego de llenarse los bolsillos con galletas, continuó corriendo hacia el jardín. 

—¿Y? ¿Ya pensaron en algún nombre? —insistió la señora Weasley. 

—No, aún no, mamá —contestó George, aprovechándose de que su madre estaba presente y poniendo la mano sobre la panza de Abby, ya que normalmente ella no lo dejaba acercarse. 

Abby lo miró sin disimular su enojo, aunque no le apartó la mano con un golpe por educación. 

La bebé pateó, asustando a George y Abby no pudo evitar sonreír. 

—¿Ves, George? —le dijo con una falsa sonrisa—. Mi hija no te quiere cerca. 

Los últimos meses habían sido complicados. Abby seguía viviendo en la mansión Nott, pero George iba a verla todos los días tanto a ella como a Freddie. Había vuelto a ser un padre atento, cariñoso, risueño y amoroso. 

Pero Abby no estaba segura de perdonarlo. O más bien, de volver a darle una oportunidad. No quería volver a ser engañada, herida. No quería volver a pasar por un corazón roto ni por la desesperanza del abandono. 

Amaba a George pero le tenía miedo a ese amor, a volver a sentir. 

En conclusión, no sabía qué hacer. ¿Arriesgarlo todo nuevamente con el peligro de volver a perder o quedarse como estaba, guardando la dignidad que le quedaba?

Tampoco era como si tuviese que decidir de inmediato, pues George no la presionaba. Él había entendido que tenía que darle tiempo, pues la había herido profundamente, pero estaba arrepentido y la esperaría aunque fuesen cien años. 

No cometería nunca más el error de volver a traicionarla. 

Una noche, Abby despertó sintiendo un extraño movimiento en su vientre. 

—¿G-George...? ¿Qué haces aquí? —Abby se enderezó en la cama rápidamente, notando que la blusa con la que dormía estaba levantada y George le esparcía una suave crema por todo el vientre—. ¿Qué crees que haces?

—Cuidando el hogar de mi hija, ¿qué no ves?

Abby lo apartó de un manotazo. 

—¿Cómo entraste aquí?

George bajó la cabeza, avergonzado. 

—Por la ventana. Lamento haberte despertado, yo sólo... quise... venir a cuidarte, ya sabes —Abby sabía a qué se refería, pues cuando ella estuvo embarazada del pequeño Freddie, George solía acariciarle el vientre todas las noches—. Lo siento, no pensé que te enojarías.  

—Debiste avisarme al menos. Me asustaste, George. 

—Me habrías rechazado, ¿no es así? —el pelirrojo sonrió con tristeza y se alejó hasta sentarse en la orilla de la cama—. Tu no vas a perdonarme y no te culpo, lo merezco. Fuí un tonto, me concentré tanto en la muerte de Fred que olvidé a los que seguían vivos a mi alrededor. 

Abby suspiró sin saber qué hacer, mientras dos finas lágrimas caían por sus mejillas. 

—Quédate —susurró cuando George tenía un pie fuera de la ventana. 

One-Shots • Harry Potter saga || Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora