50- Draco Malfoy

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Pequeño maratón sorpresa. Espero que lo disfruten. ¡No olviden votar y comentar cuantas veces quieran!

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Prisionera


Diana pasó la mirada por todo su cuarto, y sintió una extraña melancolía. Jamás pensó que tendría que abandonarlo, que tendría que empacar lo esencial, sólo su ropa, dejando allí todos esos posters de sus cantantes favoritos y otros objetos de gran valor sentimental.

Pero era la mejor y única opción que tenían. Su vida y la de su familia corría peligro. Debían ponerse a salvo lo más pronto posible.

Salió de su habitación arrastrando su maleta y vio a su hermano, Dudley, tratando de empacar todo lo que más pudiese, incluso objetos sin valor y juguetes que hacía años no utilizaba.

—No seas tonto, Dudley. Papá dijo que sólo llevaríamos ropa. Apenas caeremos nosotros en el auto.

—Aún no entiendo por qué tenemos que irnos —murmuró Dudley.

—Porque aquí ya no es seguro —gruñó su padre pasando junto a Diana, arrastrando la pesada maleta de Petunia—. Apúrense, niños.

Diana se alejó por el pasillo y pasó por afuera de la habitación de Harry, su primo, y frunció el ceño cuando lo vio sentado en la cama con un trozo de espejo quebrado en la mano. A su alrededor había un desorden magistral, como siempre.

—¿Pero aún no empacas? Harry, hace horas que... nos dijeron que debíamos... irnos... —entonces, y con gran tristeza, entendió—. Tú no vienes.

—No —dijo Harry poniéndose de pie. Diana entró en la habitación y se cruzó de brazos mientras sentía un fuerte nudo en la garganta.

—¿Por...? ¿Por qué no...? 

—A mi lado ustedes corren peligro. Es a mí a quien Voldemort busca. Además, tengo una misión que cumplir.

Diana asintió, comprendiendo.

—Además —agregó Harry con una sonrisa—, sólo estorbaría.

Entonces ella lo abrazó. Había crecido junto a ese chico flaco y escuálido; le había dado, a escondidas, de su propia ración de golosinas, y cuando Vernon lo castigaba y lo encerraba en la alacena sin cenar, ella se encargaba de ayudarlo a salir en mitad de la noche para que comiera a escondidas.

Y Harry la consideraba su único familiar en aquella casa. El único ser que no lo había despreciado jamás. Diana era la hermana que nunca tuvo, y a pesar de que compartía los ojos azules claros y acuosos de Petunia, tenía el cabello pelirrojo de Lily, junto con su bondad.

—Tú nunca estorbarías —susurró Diana, y Harry la abrazó aún más fuerte.

Luego se separaron, y ella se limpió las lágrimas.

—Esto es una despedida.

—No, no lo es. Te veré de nuevo, Harry. Derrotarás a Voldemort y... y cuando todo termine... iremos a comernos un helado. Promételo.

—Lo intentaré.

—Sé que lo harás.

Diana salió de la habitación, recogió su maleta y continuó su camino. Y mientras el auto se alejaba por Privet Drive, ella miró hacia atrás encontrándose la mirada de Harry desde la ventana. Y ambos sonrieron.

One-Shots • Harry Potter saga || Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora