36.2- Draco Malfoy

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*Capítulo editado.

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03

Seis meses después, en un balneario del caribe...

Cabello castaño con pequeñas ondulaciones, meneándose con la brisa de verano. Un vestido playero de color rojo que le llegaba a los muslos y se ajustaba a su mojada piel resaltando su figura y demostrando que acababa de salir de la piscina.

Es ella. Tiene que ser ella.

Draco se acercó lentamente. Las piernas le temblaban y le sudaban las manos, pruebas de lo nervioso que estaba.

—¿Jules? —su voz salió casi en un susurro y la mujer frente a él se tensó pero no se movió; Draco creyó que no lo había escuchado y se aclaró la garganta para hablar una vez más, pero no fué necesario porque en ese momento ella se volteó como en cámara lenta y lo enfrentó.

Jules.

Igual de hermosa... igual de radiante...

Jules había reconocido de inmediato la voz de Draco y prácticamente se había paralizado. No esperaba reencontrarse con el amor de su vida el penúltimo día de sus vacaciones.

¿Draco volvía a cruzarse en su camino, luego de años? ¿En serio? ¿Justo en ese lugar? ¿Qué clase de paradoja era esa? ¿Qué clase de broma le jugaba el destino?

Cuando Jules al fin tuvo la valentía de enfrentarlo, luego de varios segundos, era Draco el que parecía no poder moverse.

—Buenas tardes... —saludó ella con un tono bastante formal, y luego echó una mirada nerviosa a su alrededor.

—Eres tú... —la voz de Draco volvió a sonar débil y temblorosa—. ¡Eres tú, al fin eres tú! Jules, no tienes idea de cuánto te he buscado y...

—¿Cómo me encontraste?

—Huh... Bueno, yo... admito que ya no estaba buscándote... Al menos no ahora. Te envié cartas y también a tus padres. Tu nunca me respondiste y ellos no quisieron hablarme de tí. En el ministerio no dan información personal de alguien si no eres familiar directo así que tampoco podía saber si seguías en el país o...

—¿Qué haces aquí, Draco? —lo interrumpió ella.

—Bueno, Scorpius y yo estamos de vacaciones.

Recién entonces, Jules notó que Draco no estaba solo, sino que un pequeño bebé rubio se aferraba a su mano y la miraba con curiosidad.

Toda frialdad en el rostro de la castaña desapareció. Se agachó a la altura del pequeño y le dedicó una cálida sonrisa.

—Hola, hermoso, ¿cómo te llamas?

Copius —respondió Scorpius, y Jules notó que tenía los mismos ojos grises de Draco.

—Es un nombre muy lindo, Scorpius. Yo soy Jules —le acarició la mejilla con ternura y Scorpius sonrió; luego volvió a ponerse de pie—. Se parece muchísimo a tí, Draco.

—Sí, lo sé. Los Malfoy somos guapos.

Una nostálgica sonrisa se formó en el rostro de Jules.

Claro que eres guapo, rubio...

—Había perdido toda esperanza de encontrarte —continuó hablando Draco—. Tenemos tanto de qué hablar que no sé ni por dónde empezar. Supongo que debería pedirte perdón antes que nada, pero no me parece que éste sea un lugar apropiado, hay demasiada seguridad alrededor y poca privacidad. ¿Sabías que el Ministro de Magia francés está hospedándose aquí mismo? Casi no pude hacer mi reservación. ¿Quieres cenar con nosotros ésta noche? ¿Hasta cuando te hospedarás en éste hotel? Yo...

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