One-Shots • Harry Potter saga || Libro #1

50.2- Draco Malfoy

3/3  FINAL

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Días después, llegó una nueva prisionera al sótano: Luna Lovegood. Era rubia, delgada y de expresión amable pero asustada, que resistió con valentía y lealtad las torturas de Bellatrix.

—Harry me habló de tí —susurró Diana una noche; tenía las muñecas heridas por las cadenas (Bellatrix se las había vuelto a poner, extrañada de que no las tuviese) y las costillas delicadas; había sufrido un poco de la ira de la mortífaga—. Eres su amiga. 

Luna estaba encogida en un rincón y había tocado la peor parte en aquella sesión de tortura.

—Él también me habló de tí. Te quiere mucho —susurró Luna.

—¿Sabes algo de él?¿Sigue vivo?

—Sí, por supuesto. Pero nadie sabe dónde está. La última vez que lo vieron fue en septiembre, en el ministerio de Magia. No se ha vuelto a tener noticias de él ni de Hermione.

—Espero que estén bien —murmuró Diana mientras la puerta del sótano se abría.

Draco entró y les dio comida, como todas las noches, y les curó las heridas. Eso fue todo lo que hizo y se marchó. No miró a Diana, no la abrazó ni la besó como llevaba haciendo las noches anteriores, y ella, preocupada, no pudo dormir preguntándose qué le ocurría.

La noche siguiente ocurrió lo mismo.

Y la siguiente, lo mismo.

Y así, a medida que las noches pasaban.

Y cuando Draco se iba, Diana lloraba, preguntándose qué había hecho mal, extrañándolo.

Una noche en la que Luna estaba dormida, al fin Draco habló:

—Lo siento. No puedo sacarte de aquí, ayer intenté burlar los hechizos de la mansión, y... —le enseñó el dorso de la mano, donde tenía una fea quemadura—. Sanará, pero costará un poco.

—Lo siento —Diana intentó tocarlo, pero él se apartó.

—Ya no podré venir más. Otro vendrá a dejarles comida. Antes era más fácil todo, pero ahora hay alguien más aquí —miró de reojo a la rubia dormida junto a la columna—, y no puedo arriesgarme a que se enteren sobre nosotros. No mientras no pueda sacarte de aquí. Si mi tía se entera, nos matará a ambos. Lo lamento, Diana.

Se levantó y comenzó a alejarse, mientras la pelirroja se llenaba de pánico.

—¡Espera...! ¡Draco, espera...! —pero él no miró atrás y se marchó, con sus hombros temblando.

Diana se afirmó en la fría y húmeda pared, aferrándose a la manta que Draco le había llevado, aspirando su aroma y llorando. Esa noche, como nunca antes, deseó que todo acabara aunque eso significara morir.

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Luna intentó curar las heridas de Diana con un poco de agua.

—No sé por qué te tienen con cadenas. De todos modos no hay forma de salir de aquí.

—Es una muggle —susurró el viejo Ollivander acercándose afirmado en la pared—. Ellos creen que merece estar amarrada como un animal.

En ese momento, se escucharon gritos desde el salón, seguido del sonido de un látigo y gemidos de dolor.

—¿Qué es eso?

—Parece que la loca encontró más víctimas —murmuró Ollivander.