08- Draco Malfoy

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Marmota

A dos años de la derrota de Voldemort, la comunidad mágica disfrutaba de una muy anhelada paz. Lia vivía una vida tranquila después de la guerra. Estaba estudiando para convertirse en sanadora y trabajaba medio día en una tienda muggle del centro de Londres. No trabajaba por dinero, sino por entretenerse y llenar ese vacío emocional que sentía constantemente. Se sentía rara, como si una parte de su cuerpo estuviese ausente, como si hubiese perdido a alguien muy querido, pero no recordaba a quién.

—Lia —la llamó Oliver; ella no respondió—. ¡Lia! —gritó sobresaltándola.

—¿Hum...? Sí, dime... —Oliver era su compañero de trabajo, un chico muggle muy apuesto que no tenía idea de que Lia era una bruja.

—No escuchaste lo que acabo de decirte, ¿verdad? —preguntó él.

—No, lo siento. Es que... estoy muy distraída, eso es todo —se disculpó la chica.

—¿Qué dices si ésta tarde vamos por un helado?

—Sí, claro —sonrió ella.

Quizás lo que le faltaba era alguien con quien compartir más. Desde que salió de Hogwarts se había mudado de casa de sus padres a un departamento en el que vivía sola y no era la clase de chica que tenía muchos amigos con quiénes salir.

Cuando cerraron la tienda, Lia y Oliver fueron a servirse un helado. La tarde pasó entre risas y conversaciones agradables; a Oliver le gustaba Lia desde hacía varios meses, y ella comenzaba a sentir lo mismo por él.

Lo que ninguno de los dos sabía, era que estaban siendo seguidos muy de cerca por Draco Malfoy, que no estaba nada felíz con la situación.

Draco se había prometido olvidar a Lia, así como ella lo había olvidado a él, pero le era imposible. Todos los días la cuidaba sin que ella se diera cuenta: vigilaba que llegase bien a San Mungo, luego a esa tienda muggle en la que trabajaba, y que finalmente llegara a salvo a su departamento al terminar la jornada. Se conformaba con verla seguir adelante con su vida, siempre independiente y fuerte. Pero nunca la había visto coquetear con ningún otro chico, por lo que esa tarde sintió muchos celos y se dió cuenta de que las cosas ya no podían seguir así, tenía que recuperarla.

Oliver fué a dejar a Lia hasta la entrada del edificio en el que vivía. Se despidieron y el chico se marchó. Ella entró al edificio y se dirigió a su departamento. Dejó su varita mágica sobre la mesita de centro del living y su mochila sobre el sofá, y escuchó que tocaron la puerta. Cuando la abrió, se encontró a un chico rubio platinado de ojos grises y cara pálida: Draco Malfoy.

Lo recordaba como un Slytherin un año mayor que ella; un idiota, a decir verdad. La última vez que lo vió fue cuando Voldemort fué derrotado: Draco y sus padres se habían quedado sentados en una esquina de las mesas del gran comedor, sin saber si debían estar allí o no cuando la batalla terminó.

—¿Ma... Malfoy? —preguntó Lia, reprendiéndose por haber dejado su varita tan lejos; nunca se sabía qué podría ocurrir con un ex mortífago.

—Hola, Marmota —sonrió él, y entró al departamento antes de que Lia reaccionara—. ¡Vaya! Qué lindo lugar. Recuerdo que solías decir que arreglarías tu casa a tu gusto y lo hiciste. Me alegro.

Lia lo miraba con una expresión de desconcierto terrible, aunque seguía dándole vueltas en la cabeza la palabra "Marmota", ¿por qué le sonaba familiar?

—Malfoy, ¿qué haces aquí? —preguntó ella; Draco suspiró antes de contestar:

—Espero que me perdones —y antes de que Lia pudiese moverse, la apuntó con su varita.

One-Shots • Harry Potter saga || Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora