02.1- Draco Malfoy

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Cruciatus, parte 2

Al día siguiente, Draco llegó a San Mungo con un ramo de rosas azules y un libro -los favoritos de Ann- y ranas de chocolate. Harry se encontraba nuevamente acompañando a su hermana, también estaban Ron y Hermione.

—Hola...— dijo el rubio entrando en la habitación; Hermione le dedicó una pequeña sonrisa, Ron levantó una ceja y Harry no contestó.

Draco puso las flores en un florero y notó que Ann las siguió con la mirada. Después, ignorando la presencia de Harry y los demás, se sentó junto a Ann, sobre la cama y tomó el libro.

—Mira, preciosa. ¿Lo recuerdas? Es tu libro favorito. Tuve que ir a una librería muggle a comprarlo...— Draco comenzó a leer y la chica se limitaba a escuchar.

Pasaron dos meses. Draco continuaba visitando a Ann todos los días, sin excepción. Llegaba temprano en las mañanas y se iba muy tarde. Ann se había acostumbrado a su compañía y lo esperaba despierta, sujetando uno de los tantos libros que se iban acumulando en la mesita de luz junto a la cama conforme Draco los leía.

Harry creyó que el rubio se aburriría de tener que ir a ver a Ann al hospital, pero eso no sucedía, pues Draco de verdad la amaba. Harry también había notado que Ann era indiferente a todos menos a Draco, quien la hacía comer y captaba su atención como nadie.

Una mañana, Ann esperaba sentada en la cama con un libro en la mano y su corazón latió con fuerza cuando la puerta se abrió, pero no fué Draco el que entró sino Harry.

—Hola, hermanita...— saludó el azabache, pero Ann miró sobre el hombro de Harry en busca de Draco—. ¿Cómo amaneciste?— Ann no contestó, seguía mirando la puerta.

Una hora después, Harry veía con un poco de celos que su hermana estaba de pie frente a la puerta, con un libro en la mano esperando a Draco. La puerta se abrió, pero para desilusión de Ann, entró una enfermera, que le dejó un vaso de agua y se llevó la bandeja del desayuno que la muchacha no había tocado, ya que siempre desayunaba con Draco.

—¿No tienes hambre, Ann?— preguntó Harry.

—Dra...co...— Ann habló por primera vez luego de la batalla y miró a Harry—. Draco... ¡Draco!— gritó, dando a entender que quería ver al rubio.

—¡No sé por qué no ha llegado!— respondió Harry sorprendido y de mal humor—. Era obvio que se cansaría de tí. No sé cómo pudiste enamorarte de él— regañó el azabache.

La expresión de Ann no cambió, sino que continuó mirando la puerta, susurrando el nombre del rubio.

La puerta se abrió y Draco entró en la habitación, encontrándose de frente con Ann.

—Lamento la tardanza, tuve un...— se disculpó el rubio, pero no alcanzó a terminar, ya que Ann le tomó la mano y lo llevó a la cama, lo hizo sentarse y le dió el libro.

Ella se sentó frente a él, con las piernas cruzadas y sus hermosos ojos verdes muy abiertos, mirándolo expectante y sonriendo, quitando por primera vez su cara inexpresiva de siempre.

Draco miró a Harry con una media sonrisa.

—Dijo tu nombre hace un rato— mencionó Harry.

—¿En serio?— sonrió Draco.

—Sí. Se enojó porque no llegabas y por poco me golpea— dijo Harry—. Si alguien puede hacerla volver, eres tú, Malfoy.

Una tarde, Draco leía en el sillón frente a la cama donde Ann se encontraba sentada. La pelirroja se levantó y se sentó junto a él. Poco a poco, Ann recostó su cabeza en el hombro de Draco y se durmió.

Cuando Ann despertó una hora después, se encontró de frente con esos ojos grises que la habían enamorado; Draco la miraba fijamente, y comenzó a tararear una canción muggle muy pegajosa, que ella solía cantar cuando estaban juntos.

Ann escuchó atentamente la melodía y su mente se bombardeó con distintos recuerdos; un torbellino de imágenes y sentimientos le nubló la vista.

—Draco...

—¿Me recuerdas, Ann?

—Amor... —susurró ella, juntando su mano con la del rubio.

—Sí, preciosa— la abrazó y la apretó contra su cuerpo—, amor es lo que hay entre tú y yo.

—Amor...— repitió Ann comenzando a llorar—, amor...

—¿Ann...? ¿recuerdas algo?, ¿te acuerdas de mí?— la pelirroja asintió sonriendo.

—Tú... rubio te...ñido...— susurró ella con dificultad.

Draco rió entre lágrimas y comenzó a besarle toda la cara.

—Sí, mi amor. Yo soy tu rubio teñido.

Años después...

—No me gusta— murmuró Draco—. El columpio está muy alto, ¿no crees amor?— preguntó mirando a su esposa, que tomaba el té junto a Narcissa a unos metros de distancia.

Ann se levantó con dificultad, con una mano sujetándose la espalda y con la otra su vientre de ocho meses de embarazo, y caminó hacia donde Draco había puesto los columpios.

—No, están bien de altura— concluyó ella—. Recuerda que Scorpius está cada día más grande.

Draco sonrió y se agachó a la altura de su vientre.

—¿Cómo estás ahí adentro, pequeño Draco?— preguntó imitando una voz infantil.

—No te hagas ilusiones— dijo Narcissa, que también se había acercado—. Será mujer, estoy segura. La primera Malfoy en generaciones— añadió con orgullo.

En ese momento, la puerta de la mansión se abrió y un niño rubio, de cuatro años, salió disparado volando en su escoba de juguete, seguido de Lucius con cara de espanto.

—¡Se me escapó! ¡Les juro que sólo estábamos volando en el salón! ¡Scorpius, cuidado!

—Tranquilo, papá, siempre hace lo mismo— rió Draco—. Ven aquí, campeón, prueba el columpio— le dijo a Scorpius, que con tan sólo cuatro años dirigió ágilmente su pequeña escoba hacia su padre.

—¿Es pada mí el codumpio?— preguntó Scorpius bajando de la escoba ayudado de Narcissa.

—Sí, bebé— dijo Ann acariciándole el cabello—. Papá lo hizo para tí.

Scorpius se columpiaba riendo, ayudado de Draco, con Ann a su lado comiendo galletas. A ella le había costado años recuperar la memoria por completo, pero Draco se había mantenido siempre a su lado. Ahora eran felices, con una familia maravillosa, y la batalla de Hogwarts no era más que un doloroso recuerdo que no oscurecía su felicidad.

Fin.

One-Shots • Harry Potter saga || Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora