50.3- Draco Malfoy - EPÍLOGO

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Muchos años después...

—¡Es hoy! ¡Despierta, Scorp! ¡Es hoy...!

Diana despertó alertada por gritos en el pasillo.

—¡Es hoy! ¡Es hoy!

—¿Qué ocurre...? —se enderezó fregándose los ojos, y cuando los abrió, vio a Draco saliendo del baño completamente mojado, con nada más que una toalla envuelta en la cadera.

—¿Qué pasa? —exclamó él, alarmado.

—¡Es hoy! ¡Es hoy! —una niña pelirroja entró corriendo a la habitación, se subió a la cama y comenzó a saltar—. ¡Mi cumpleaños es hoy! Al fin cumplo once...

—¿Para eso me despertaste? —gruñó Scorpius, de pie en el marco de la puerta. Se dio media vuelta y se alejó por el pasillo, entrando a su habitación y cerrando con un portazo.

—Eli, nos asustaste —dijo Draco, pero ya estaba sonriendo cuando la tomó en brazos dando vueltas con ella por toda la habitación.

—¡No, papá! ¡Estás todo mojado! ¡Mamá, auxilio! 

Diana rió y se levantó para unirse a ellos en un abrazo.

—Felíz cumpleaños, pequeña.

—Eso significa que mi carta de Hogwarts al fin llegará, ¿no? Podré ir a estudiar con Scorpius.

Las sonrisas de Diana y Draco se borraron por breves segundos, pero Diana rápidamente supo qué decir:

—Ve a cambiarte el pijama para que bajes a desayunar con nosotros. Anda, corre.

Draco dejó a Eli en el suelo y la pequeña corrió a su habitación.

—Se le va a romper el corazón si su carta no llega —murmuró Diana mientras Draco la abrazaba—. ¿Qué haremos, amor?

—Sabremos cómo lidiar con ello. Ella entenderá.

Eli era tres años menor que Scorpius, y a diferencia de su hermano, nunca había dado indicios de magia. Draco y Diana habían aceptado que su hija no había heredado el don de la magia y la amaban de igual manera, pero la pequeña aún creía que podría ser bruja. Soñaba con estudiar en Hogwarts y tener aventuras como su papá y su padrino Harry. 

¿Cómo romper esa ilusión? 

¿Cómo hacerle entender que ella siempre sería... normal?

.

Pasó un mes. Era una soleada mañana de agosto y la familia Malfoy desayunaba más temprano de lo normal, pues tenían planeado un día de campo a las afueras de Londres, cuando algo chocó contra uno de los ventanales.

Draco se levantó de la mesa y abrió el vidrio, dejando entrar un búho marrón, que se posó en la mesa, junto a Scorpius.

—Ah, es la lista de materiales de este año —dijo el adolescente tomando la carta y rompiendo el sobre.

—¿No hay otra carta? —preguntó Eli con voz temblorosa. Como respuesta, el búho abrió las alas, salió por el ventanal y se marchó.

—Miren la cantidad de libros que me pidieron para este año. Y más encima... —gruñó Scorpius, pero guardó silencio cuando escuchó el sollozo de su hermana.

A Diana le rompió el corazón ver a su hija tan triste. Scorpius guardó la carta en su bolsillo y a Draco se le quitó el apetito.

—Eli, ¿quieres dar un paseo? —preguntó.

—N-no... no quie-ro...

—Anda, ven. Vamos a hablar un rato.

Draco le tendió la mano y ella aceptó, sin dejar de llorar. Ambos salieron de la cocina y Diana suspiró.

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