Héroes

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Caminaba por la calle, la gente me miraba con admiración; mi sola presencia infundía respeto. Mientras yo estuviera, todos se sentían seguros.

Algunos niños incluso se acercaban para pedirme autógrafo o estrechar su mano; levantarlos en brazos por momentos también era posible, por eso me gustaba caminar con los civiles, tenía la oportunidad de brindar esperanza a las nuevas y viejas generaciones, de inspirarlos.

Muchos creen que ser un héroe es sólo pelear contra grandes organizaciones criminales o super villanos, pero no, la paz se empieza desde abajo, desde las pequeñas acciones, cosas como hacerle saber a la gente que estás allí para ellos, recoger la basura que veas en las calles y depositarla en los contenedores, ser cortés y amigable con las personas.

Ser un héroe significa que debes inspirar confianza... Aunque claro, habrá quien tenga una idea diferente...

—¿No es así? ¿Amigo? —mis últimas palabras fueron para la estatua de un hombre alto con alas de murciélago... De demonio en realidad. Tras caminar varias cuadras, me topé con su estatua justo frente al edificio al que planeaba acceder, rodeada por un gran jardín para que todos la vieran.

En realidad, eran su estatua y la de una de sus compañeras, Kill girl. Ellos murieron en el atentado hace seis años.

—Siempre fuiste un hijo de perra —mencioné—. Mataste muchas personas, incluyéndome, y aún así, cada semana te traigo estas flores —con una sonrisa irónica, coloqué el ramo de flores varias frente a la estatua y tomé las viejas y marchitas; las apreté entre mis manos y la poca humedad que quedaba, aperfumó el suelo a los pies del monumento—. Te sacrificaste por todos y además, eras mi mejor amigo.

Aún no entiendo como quedaste como el símbolo de heroísmo si eras tan desgraciado —mis palabras eran más de cariño que rencor. Ambos, Kill girl y el Demonio, se sacrificaron por el mundo y fueron vanagloriados en Heaven City el resto de naciones... Al menos esa es la versión oficial; sólo los que estábamos allí conocemos toda la historia y prometimos no hablar de eso.

Sonreí y seguí mi camino al edificio que estaba al fondo, al cual pertenecía el enorme jardín delantero donde estaba esta estatua.

La pirámide centinela, el cuartel de los héroes, mi cuartel.

Las puertas se abrieron de forma automática con mi presencia.

—Damage —fui recibido por una pequeña chica en sus veinticinco años—. Vaya que tardaste en llegar desde casa... Cosa rara, ya que vives aquí —ella usaba unos anteojos gruesos para proteger sus ojos y una chamarra negra con algunos artilugios ocultos.

—Me gusta salir a caminar para hacer patrulla.

—Pero ya no necesitas hacerlo; tenemos acceso a todas las cámaras en las calles —nombre clave, Phantom—. Puedes monitorear desde aquí.

—Pero si hago eso, ¿cómo sabrán las personas que estamos aquí? Las personas deben vernos para sentirse seguras —en realidad, esta conversación era más de rutina que otra cosa.

Al menos una vez por semana nos decíamos esto. Era algo de nosotros.

—Yo a veces quisiera que estuvieras aquí más tiempo para que yo te vea —mencionó acercándose.

—¿De verdad soy tan ausente?

—Estás para las demás personas, pero no lo suficiente para mí —dijo con voz tierna y al estar frente a frente, se puso en puntillas.

Yo me agaché; con más de veinte centímetros de diferencia, ella de ningún modo podría alcanzarme sólo en sus puntas.

—Siempre estaré para tí —la besé. Phantom era mi pareja desde aún antes de el atentado de hace seis años.

Emisaria De La Diosa Del Mal 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora