La Preocupación De Jazmín

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Rika me hizo prometer sólo dos asesinatos más, pero ni siquiera se trataban de los sujetos que la molestaban; tenía que esperar entre los edificios de un barrio peligroso en busca de un objetivo.

Que maldita suerte.

Los que le hicieron daño antes son los que deberían morir.

Y finalmente, un grito violento se escuchó.

—¡Dame todo el dinero, hijo de tu puta madre! —un hombre amenazaba a otro con una pistola.

Suspiré y apunté sin bajar del edificio; lancé mi hechizo y el bandido pronto se cubrió de rosas mientras que el otro escapaba... Ni siquiera había placer en esto.

Regresé mi camino al departamento y tomé el celular de Rika de mi bolsa mientras me desnudaba.

Ella se veía tan linda en ese traje de osito... Tan hermosa... Tan ardiente.

Rika.

Mi Rika.

Mi preciosa Rika.

Mi sensual Rika...

Cuando me dí cuenta, mi mano ya estaba metida entre mis bragas; me mojaba de sólo pensar en ella.

Abrí mi cajón y el arnés con el que solía penetrar a Rika me pareció muy provocativo. Me sorprendió que me dejara conservarlo en lugar de dejarlo en su inventario con el resto de las cosas a las que por ahora no podíamos acceder.

—Esto estuvo dentro de ella —me dije mientras lo olía y lo apretaba contra mi rostro—. Aún tiene su aroma y su... Su sabor; que delicia.

—Tócame, Rika.

Me estaba acariciando de forma muy suave mientras pensaba en ella.

Leves pulsaciones me hacían endurecer el abdomen mientras aumentaba el ritmo.

—Rika... Rika... Oh, si, ¡Rika!

Su foto en el disfraz de oso y el arnés eran los estimulantes perfectos para excitarme; también podría tratar de  ver el resto de las fotos, pero no sabía como. Nunca supe como usar bien estas cosas.

Abría mis labios vaginales, los apretaba, metía mis dedos y me mojaba más y más.

—Rika, hace tiempo que no lo hacemos; extraño ser cogida por ti; quiero que me mires, que me pegues y me aprietes como sólo tu sabes.

Tomé el arnés, quité el dildo y bajé mis bragas.

—Rika, penetrame por favor, te lo ruego.

Podía sentir ya la punta abriéndose paso y...

Turururu...

Y...

Turururu...

El teléfono de Rika sonó.

—¿Quién es tan idiota para molestarme en éste momento? Lo mataré seguro —me dije mientras trataba de contestar.

—Hola, Jazz.

—¡Mi Diosa! —me levanté en pánico y me incliné en el suelo apoyando la cabeza contra la fría losa blanca. Había cometido herejía.

—Tranquila, no estoy enojada; tu castigo te lo dará Rika más adelante —indicó ella al teléfono.

—Mi disculpas, Diosa mía.

—Ya te dije que te tranquilices y levantes.

Obedecí y me puse de pie, pero no me atreví a sentarme sobre la cama.

Emisaria De La Diosa Del Mal 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora