Embaucado

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Esa mujer... Con su sonrisa cínica mientras se burla de mí y me provoca; pocas veces quise golpear a alguien tanto como a ella, pero no es lo que un héroe haría.

Salí de la sala de interrogatorio para evitar la tentación de reventarle la cara y ella simplemente se recostó sobre la mesa, así que me dirigí con el jefe de policía que observaba a través del espejo.

—¿Qué piensas?

—Tiene razón —respondió pesarozo.

—¡¿Qué?!

—Digo que no podemos tocarla, no ha hecho nada ilegal, por lo menos no que podamos comprobarle. Como mucho, sólo podemos tomar esto como un informe o darle una advertencia, pero no hay razón para mantenerla aquí.

—¿De verdad? Le cortó el pie a un hombre.

—A un asaltante de banco mié tras lo enfrentaba. Fue daño colateral solamente; el caso es que impidió un robo.

—¡No le importaba el robo! Lo hizo por una hamburguesa ¿entiendes lo preocupante de eso? ¡Casi mata a alguien por una hamburguesa!

¿Qué pasaría si hubiese sido un civil? ¿O si un civil repentinamente se pone en su camino o dice algo que la ofenda? ¡Es un peligro! —

—¡Lo sé y al igual que tú, quisiera tenerla encerrada! —levantó también la voz—. Pero no podemos arrestarla por crímenes que no ha cometido; no somos la policía pre-crimen y esto no es Minority Report. Sólo somos la policía y ya empezamos a recibir llamadas de los medios preguntando la razón de su arresto.

Si no podemos dar una razón válida para retenerla, estamos forzados a liberarla —

—¿Qué hay del arresto de setenta y dos horas?

—Eso sólo funciona cuando no hay tantos testigos, pero el lugar estaba rodeado de personas con celulares y noticieros hambrientos por una buena noticia.

No ha pasado nada realmente grande desde la singularidad, así que harán todo el escándalo que puedan con algo como esto —.

Gruñí ante su respuesta, aceptando la realidad mientras concluía que al menos puedo tenerla. Vigilada.

Aún si sale de aquí, no la dejaré ir a sus anchas por allí.

El jefe de policía llamó a sus subordinados y dio la orden.

—Liberenla.

El policía se fue y cómo si lo supiera, la mujer rubia despertó tranquila. Se había quitado las esposas, así que técnicamente sólo le abrieron las puertas.

—Jefe ¿se encuentra bien? —pregunté al notarlo algo mareado.

—Si, sólo se me bajó la energía; ¿a dónde va la mujer?

—Ni idea, pero ahora que dio la orden, no hay vuelta atrás. La seguiré desde lejos.

—Entiendo

Dejé al jefe; atribuí su comportamiento extraño al bajón repentino de energía. No era extraño que pasara, después de todo, es un hombre viejo que llegará pronto a los cincuenta. Debería pensar en jubilarse, pero alguien como él no la pasaría bien en casa sin hacer nada.

Salí de la comisaría por la parte trasera para evitar a la gente y al parecer ella convenció a los guardias de lo mismo; esa mujer tenía mucha labia.

Pude ver los cabellos de la rubia doblando la esquina, así que salté al techo del edificio con un movimiento medido para observarla y... Nada, no vi nada, se esfumó; era como si la tierra se la hubiera tragado.

Emisaria De La Diosa Del Mal 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora