Amistad

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Esta vez no había trompetas, tampoco un séquito ni un anunciador; el Emperador entró por la puerta principal acompañado por Vilkano y Shira estaba sorprendida de que respondiera a mi llamado.

—Sé que te dije que podías hablarme, pero  ¿no podías haber hecho una cita en lugar de sólo enviar un cuervo?

Sigo siendo el emperador y tengo una imagen que mantener —se quejó el sujeto mientras avanzaba con porte y los brazos abiertos, pero la molestia no podía percibirse en su tono.

—En ese caso, podrías simplemente haber ignorado el cuervo.

—¿Y perderme la oportunidad de este encuentro? Hace meses que no nos vemos —pensé que me iba a dar la mano, pero al llegar a mi lado, se agachó y me besó de forma repentina. Yo apreté los ojos con fuerza como si eso lo fuera a apartar, pues no esperaba que actuara con tanta confianza.

... Aunque, bueno, aún no amanecía, así que no había tampoco nadie que pudiera decir algo... Salvo Shira, cuyo ceño se fruncía más y más.

—De verdad que no te gusta —se burló—. Y pensar que la última vez fuiste tú quien llegó a pedírmelo.

—¿Podríamos hablar de otra cosa?

—Todavía recuerdo como las lágrimas fluían de tu rostro.

—¡Por favor! —pese a mis palabras, el tono era de exigencia.

El sujeto rió tras molestarme un poco y decidió dejar de seguir probando mi umbral de enojo.

—¿Qué se te ofrece? No eres de las que llamaría a alguien sólo por esparcimiento.

—Magestad, si me permite... —y el idiota cara parchada de Vilkano, decidió meterse en la conversación—. Esta mujer no sólo lo citó sin previo aviso. Usted vino pese a lo repentino del llamado y además de hablar tan casual, ella no ha dejado de comer desde que llegamos ¿está bien para alguien, incluso sus amigos, actuar de manera tan informal?

—Bueno, no sería mi amiga si no pudiera actuar así cuando estamos solos.

—Pero están esa otra mujer —señaló a Shira, quien cada vez entendía menos lo que pasaba.

—No se preocupen, su cerebro está haciendo corto circuito, todo está bien.

—¿Qué es corto circuito?... ¿Y de qué son esos bollos? —Vincent siguió ignorando a su caballero.

—Quiero decir que se averió... Y son de crema de fresa —me encogí de hombros.

—¿Tienes más?

Asentí.

—¿Me das uno?

—No.

—Esta insolente... —Vilkano estaba por sacar su espada.

—Te recuerdo que desenfundar tu arma hacia mis amigos, es como hacerlo hacia mí. No quieres agredir al emperador ¿verdad? —la fría amenaza de Vincent heló la sangre de su caballero y el sujeto tomó su postura de descanso.

—Mis disculpas.

—No te disculpes conmigo.

La expresión en la mitad visible del rostro del caballero no tenía precio; su intento de disimular la frustración casi valía el beso que recibí.

—Mis disculpas... Señorita Rika —el pendejo bien podría haber escupido sangre con esas palabras.

Lo ignoré.

—¿Me acompañas al bar?

—¿Hay un bar aquí? —el interés se asomó en los ojos del mandatario.

Emisaria De La Diosa Del Mal 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora