Caramel

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Autor.

Hola hola, como sé que varios de ustedes deben estar en cuarentena, decidí adelantar capítulo para hacer todo más llevadero ¡agradezcan a Rose!

Espero que disfruten éste pequeño detalle.

—Eres un ser increíble.

Diste lo mejor de ti y por eso te admiro.

Pasaste por varias transformaciones; fuiste tan poderoso que todos nosotros te odiamos —al final, entretener a la gente no fue tan difícil; tenía a los varones del público cautivados con mi narración mientras veía a Zoe y a Manía moverse por los pasajes del castillo como puntos verdes a través del mapa en la esquina de mi visión—. "Espero que renazcas como un buen tipo, te estaré esperando para pelear" —ellas estaban llegando al cuarto de la Wyvern, así que era momento de terminar—. Y fue así, como aquel guerrero, haciendo uso de todo su poder, acabó con el demonio que amenazaba el universo.

Sonreí y me levanté.

El público comenzó a aplaudir y gritar emocionado.

—¡Joder, que gran historia!

—¡Salvé, Satan!¡El salvador del universo!

—Por alguna razón, me entraron ganas de entrenar.

La mayoría de las mujeres en el lugar mostraban desconcierto al no entender la emoción de los hombres. Todos se habían vuelto bichos raros ante sus ojos.

Flores caían sobre el escenario y atrapé una rosa en el aire antes de agradecer al público por su amabilidad.

Bajé del foco de atención y regresé con el emperador.

—¿Qué tal?

—Fue diferente —sonrió moviendo la cabeza—. Esperaba una anécdota o tal vez que hablaras sobre tu Diosa, pero contar un cuento como ese... Se supone que no vienen a eso.

—A ellos les gustó —señalé a los hombres que fingían lanzarse ciertos e iconicos ataques de energía y me encogí de hombros.

—No dije que a mí tampoco; eres una chica muy interesante.

—Lo sé.

—Cada vez tengo más ganas de llevarte a jugar a mi habitación.

—Lo siento, pero no juego con muñecas —guié la conversación en otro sentido.

El sujeto rió.

—Es momento de irnos.

Asentí y antes de que pudiera pagar mi cuenta, el emperador dejó algunas monedas en la barra; luego extendió su brazo para que me tomara de él, cosa que obviamente no hice.

Salimos con su consejero detrás, observandonos de manera extraña y un elegante carruaje ya esperaba afuera.

—My Lady —incluso trató de darme la mano para ayudarme a subir, pero de nuevo rechacé; no era una chica indefensa que necesitaba ayuda para subir escaleras, más bien, yo era la clase de chica que te tiraría a través de ellas si ibas lento.

Entramos solos mientras el acompañante del emperador subió con el chófer para dejarnos platicar en soledad.

—¿Sabes? El sujeto de tu historia me recordó a ti.

—¿Cuál?

—El gordo.

—Ten cuidado con lo que dices —amenacé, provocando una sonrisa nerviosa en el emperador.

—Lo que quiero decir es que al principio era malvado, pero tal como tú en este momento, no tenía razones para serlo. Sin darse cuenta, comenzó a ser amable con aquellos que lo trataban bien o se tomaban el tiempo para conocerlo.

Emisaria De La Diosa Del Mal 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora