Una noche tranquila.
Frío al punto de mostrarme mi aliento, una bella luna iluminando las calles acompañada por el firmamento.
Las luminarias funcionando para alumbrar a las almas que aún no llegaban a casa o no tenían intención de hacerlo toda vía.
Bares, tiendas, tuburios aún funcionando y yo pensaba en que quizás debería entrar a alguno, pero sinceramente no estaba de humor para seguir siendo acosada por más hombres atraídos por mi belleza esta noche, de modo que procedí a la dirección marcada en mi mapa.
Seguí y seguí. Había dejado parte del distrito comercial atrás, pero los restaurantes seguían siendo numerosos, sobre todo cerca del área donde me dirigía.
Una gran torre, por ejemplo, estaba erigida a mi costado y en ella había tanto departamentos como negocios de personas pudientes. Sin duda un estrato alto de la sociedad, pero esa no sería mi base.
Yo seguí y seguí perdiéndome entre los gigantes de concreto mientras las personas volteaban a verme con simpatía ¿era mi belleza o el hecho de que según Rose, mi ropa no combinaba?
Jazmín solía elegir mis prendas, pues pensar en si combinaban o no, en sí eran bonitas o no, era una molestia para mí. Tal vez sólo debí vestir de negro.
Y mientras pensaba, finalmente lo encontré, un edificio derruido, con muros derrumbados y grafitis adornando ventanas y paredes interiores.
Un edificio que en realidad estaba menos dañado de lo que el ojo inexperto podría creer. Recibió algunos daños durante el atentado de la singularidad seis años atrás, pero pese a que pasó la inspección, nadie se había molestado en restaurarlo, simplemente era un gasto inútil. El proceso de reconstrucción de la ciudad fue rápido gracias a la ayuda de los bendecidos, pero había partes que aún fueron ignoradas.
—Parece que tenemos trabajo, ¿verdad Jazz...? —suspiré de nuevo al no encontrarla a mi izquierda donde siempre se colocaba y procedí a entrar a ese hogar de vagos a través de una de las paredes rotas.
No esperaba un edificio de lujo, pero igual debí imaginar que me darían un pedazo de mierda de treinta pisos.
Pisaba constantemente escombros que me hacían tambalear mientras pensaba en que quizás, debería conseguir secuases.
Todo gran villano debe tener ayudantes que estén dispuestos a morir por él, a creer en su causa, a tener esperanza y tratarlo como si fuese una semi deidad a la que hay que seguir para hayar la tierra prometida.
Aún no decidía del todo mi curso de acción, pero ya podía ver a los vagos durmiendo entre los escombros, algunos calentándose con fogatas improvisadas bajo techo mientras como una sombra, me pasaba a sus espaldas.
Necesito sacarlos de aquí. Los enfermos, los viejos y los débiles serían lanzados a la calle mientras los fuertes o los hermosos se quedarán a servirme, a menos claro que alguno de los aparentemente menos útiles demuestre tener alguna habilidad decente.
Inteligencia, un poder útil o conocimientos en aspectos necesarios para mí plan. Suelo ser bastante flexible, pero no me gusta tener vagos cagando en mi piso.
¿No se supone que existen programas de ayuda para esta gente que se quedó sin hogar luego del atentado que casi destruye el mundo?
Era sólo apariencia. Los ricos y poderosos se jactaban de casi haber acabado con el desahucio de los desafortunados mientras orillaban a los otros a ocultarse en las sombras a la vez que los hipócritas super héroes se enorgullecían de haber ayudado. Como siempre, se olvidaban de la gente común.
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Emisaria De La Diosa Del Mal 2
FantasíaContinuación desde el episodio 74 de la historia original.