Capítulo #92

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Alexis González

Había pensado tanto en las denuncias que pusieron Armando y Alexander en contra de Iván. Llegué a la conclusión de que si yo lo denunciaba, quizá le pudieran dar más años de cárcel y así jamás saldrá de ahí.

Sabía que antes tenía qué tener la ayuda de una persona adulta, alguien a quién le tuviera la suficiente confianza como para contarle lo que me hizo Iván y lo del abandono de mis padres. Solo existían dos adultos en el mundo a quienes les tenía ese tipo de confianza.

—Hemos llegado, señorito —me dijo Diego mientras estacionaba su auto—. ¿Está seguro de lo que quiere hacer?

Asentí y lo miré.

—Tengo qué. Iván debe pagar por todo lo que me ha hecho.

—Sí, tomatito, estoy de acuerdo, pero contarle todo a la señora Galia y al señor Cuellar, es algo arriesgado. Podrían mandarlo a un orfanato.

—No, my love, ellos son buenos, ellos no me harían eso, ellos nunca me dañarían como lo hicieron mis padres. Ellos son los únicos adultos en los que puedo confiar.

—Está bien, señorito —agarró mi mano y le dio un beso—. Usted sabe que lo apoyo, siempre lo apoyaré en todo lo que usted decida hacer.

—Gracias, my love.

—No agradezca, príncipe, ese es mi deber —besó mi frente. Luego bajó del auto, abrió mi puerta, me ayudó a bajar y caminamos a casa de la señora Galia—. Cualquier cosa que pase, estaré aquí afuera, no me iré a ninguna parte.

—No es necesario que te quedes, my love, puedes irte y regresar por mí en media hora.

—Príncipe —agarró mis manos y las besó—, yo nunca lo dejaré solo, menos en momentos como este.

Sonreí y lo abracé.

—Por eso te amo hiper tantísimo, beby.

—Yo lo amo el doble, mi vida —me soltó y volvió a besar mi frente—. Mucha suerte.

—Gracias, my love —le regalé una última sonrisa y toqué el timbre de la casa.

A los segundos me abrió la señora Dolores, quien muy amablemente me dejó entrar. Me llevó hasta el jardín, en donde estaban la señora Galia y el señor Raúl, sentados en una mesa.

—Hi —saludé, moviendo mi mano.

—Hola campeón —me dijo el señor Raúl, sonriéndome.

—¡Pequeño! —me dijo la señora Galia, feliz y muy sonriente, y se levantó para recibirme y abrazarme—. Estoy tan contenta de que me visites otra vez.

—Yo también estoy hiper feliz de verla, señora Galia —respondí, abrazándola igual.

—Ven, pequeño, sientate —me agarró de la mano y me ayudó a sentarme en una silla—. ¿Quieres algo de tomar o comer? Yo sé que te encanta comer —dijo sonriente.

—Solo quiero un jugo de manzana y un sándwich, pero sin mayonesa, sin mostaza y sin bordes.

—¿No te gustan?

Negué con la cabeza.

—¿Eso está mal? —pregunté avergonzado.

Se rio un poco.

—No, pequeño, tranquilo, solo preguntaba para conocerte mejor. Iré a decirle a Dolores que te traiga lo que pides.

—Sí, señora —asentí.

—Ya vengo —se fue.

—Campeón —me habló el señor Raúl, sacudiéndo mi cabello—, ¿cómo estás?

Tú y yo contra el mundo y contra todo (Libro #1)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora