Capítulo #17

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Josué y Armando se bajaron primero del Uber, Alexis estaba a punto de hacer lo mismo, pero Diego le dijo que no y se bajó rápidamente. Alexis quedó un poco confundido por lo que le dijo, pero igual se esperó. Diego le abrió su puerta.

—O sea, si sabes que tengo manos, ¿verdad? —bajó del auto.

Diego no respondió, primero le pagó y le agradeció al chofer, cerró la puerta y este se fue.

—Lo que pasa es que no quiero que se dañe esas delicadas y hermosas manos que tiene usted, señorito.

—¡Uy, si! Me voy a romper un dedo por abrir una puerta, eh —dijo sarcástico.

—Puede pasar. Por eso yo tengo que cuidar de usted, mi señorito.

—Dudo mucho que algo así pase, Diego, o sea, yo no soy tarado.

—No, ya sé que usted es muy inteligente, pero yo quiero cuidarlo, señorito.

Alexis le sonrió y rió un poco a la vez. Luego, de su mochila, sacó su billetera y le entregó un billete a Diego.

—¿Y esto qué, señorito? —preguntó extrañado.

—Es mi parte de lo del Uber. Josué ya te dio la suya y la de Armando, solo faltaba yo.

Diego negó y le regresó el dinero.

—¿Por qué me lo regresas? —frunció las cejas.

—Usted nunca pagará nada cuando salga conmigo, señorito, no tiene por qué.

—Pero no es justo, tú y Josué pagaron, lo justo es que yo también lo haga.

—Ya le dije que mientras esté conmigo, usted no pagará nada.

—¿Estás seguro, Diego?

—Muy seguro, mi señorito —sonrió y Alexis también le sonrió, pero levemente sonrojado.

—Oigan —les habló Josué, interrumpiendolos—, miren la casa de Alexander, está chida.

Todos voltearon a verla. Era una casa muy grande, gris con blanco, lujosa y con piscina.

—A mí me cae mal, pero debo reconocer que su casa es hermosa —comentó Armando—. Mejor que la mía. La mía ni piscina tiene.

—¿Y seguros que es esa? —preguntó Alexis.

—Sí, es esa —dijo Diego, mirando su celular—. O bueno, eso dice la ubicación que puso en mi celular.

—Al parecer todos ustedes tienen una casa súper bonita, menos yo —dijo Alexis.

—Pero nadie es tan bonito como usted.

Josué y Armando miraron con rareza a Diego por lo que dijo. Alexis no lo volteó a ver, pero sus mejillas se pusieron muy rojas.

—¿Lo dije o lo pensé? —preguntó Diego, nervioso.

—Ambas —respondieron Armando y Josué.

Hubo un gran silencio, el cual cada vez se hacía más incómodo.

—Oye, Josué, ¿y si vamos a buscar alguna tienda por aquí? —preguntó Armando.

Tú y yo contra el mundo y contra todo (Libro #1)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora