Capítulo #2.

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Josué Arango

Armando, Diego, Fernando y yo estábamos en la cafetería de la prepa, viendo qué pedir para comer.

—¡Aquí no hay nada vegano! —exclamó Fernando con molestia.

—¿Eres vegano? —preguntamos Armando y yo.

—Mi primo no come nada de carne ni de origen animal —contestó Diego.

—Oh, nunca lo hubiera imaginado —dijo Armando.

—Ya lo saben, así que no me ofrezcan tacos ni nada de eso.

—No lo haremos —volvimos a decir.

—¿Ustedes siempre hablan al mismo tiempo o qué? —preguntó Diego.

Armando y yo nos miramos, sonreímos y volvimos a ver a Diego.

—A veces.

La verdad es que casi siempre hablamos al mismo tiempo, es algo que siempre nos pasa. Es extraño, sí, pero nosotros ya nos acostumbramos.

—Bueno, yo iré a pedir una ensalada de frutas —se retiró Fernando.

—¿Tú qué vas a pedir, Diego? —le preguntó Armando.

—Se me antojan unas papas fritas, pero yo no como eso.

—¿Y por qué no?

—Es mucha grasa, y yo cuido mucho mi cuerpo y salud.

—Ay, pero con ese cuerpo que tienes, ni te harán nada.

Okay, ¿es mi imaginación o el dulce y tierno de mi mejor amigo le está coqueteando a este?

—Iré a pedirlas entonces -se fue.

—¿Tú qué vas a pedir, Josué? —me preguntó.

—Nada —negué sin mirarlo.

—Tienes qué comer algo, Josué.

—Entonces ve —lo miré— y pregúntale a Diego qué puedo comer para tener un cuerpo como el suyo.

Sí, estoy molesto.

—No necesito preguntar eso porque tu cuerpo está perfecto así.

Eso me hizo sonreír, así que otra vez agarré su manita.

—¿Vamos a pedir comida, enano?

—No traje dinero... mi papá no me dio nada —bajó la mirada.

—¡Ey! —levanté su carita—. No te pregunté si traes o no dinero, ¿o sí?

—Pero es que no quiero que gastes en mí y luego te quedes tú sin comer y así —dijo jugando con sus manitas.

—A dónde fui, mi tía me dio dinero, mi tío me dio más dinero, y esta mañana mi papá me dio más. Así que por eso ni te preocupes, enano.

—Eso es lo bueno de tener parientes que casi no visitas. A mí mis tíos no me dan ni un chicle.

Eso me hizo reír.

—¡Ay, enano! Mejor ven, vamos a pedir lo que quieras.

Terminamos de pedir la comida y fuimos a las bancas, en donde Diego y Fernando ya estaban sentados. Nos hablaron y fuimos con ellos.

—Oigan, ¿esa es la niña que entró al salón y el profesor no la dejó entrar? —señaló Armando con la mirada a una chica que estaba justo al lado de nosotros.

—Sí, es ella —asentí.

—Se ve muy sola —dijo Fernando.

—Y es muy bonita —mencionó Diego.

Tú y yo contra el mundo y contra todo (Libro #1)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora