Capítulo #97

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Tres semanas después...

Diego Ferrer

En cuanto me levanté, me metí a bañar y me cambié para ir a la prepa. Después me puse a recoger un poco el departamento y a cocinar el desayuno. Ya había aprendido un poco a cocinar, haría huevo con jamón.

Justo cuando estaba echando el huevo al sartén, escucho un grito que me hace asustar un poco.

—¡¡DIEGOOOO!!

Asustado por la voz de mi tomatito, le apagué a la estufa y fui corriendo al baño, que de allá se escuchó dicho grito.

—¿Qué sucede, amor? ¿Está bien? —pregunté preocupado.

—No, Diego, no estoy bien. Mira esta cochinada hiper asquerosísima —señaló su frente, pero no logré ver a qué se refería con “cochinada hiper asquerosísima”.

—¿Qué, príncipe? No veo a qué se refiere.

—Acercate más, Diego.

Me acerqué un poco más a su cara. Pude ver un granito que, aunque no estaba tan grande, sí lograba verse.

—Ah, es un granito —dije normal.

—¡No, Diego! ¡No es un granito! O sea, ¡es un volcán súper, hiper, mega, ultra enormísimo! ¡Apunto de hacer erupción, o sea! —dijo en ese tono tan fresa y exagero que es tan suyo y que me encanta. No pude evitar reí un poco—. ¡No, Ferrer! ¡No es gracioso! —se cruzó de brazos, molesto.

Traté de ponerme serio para no hacerlo molestar más.

—Es que señorito, no exagere, no es para tanto.

—Diego, ¿me viste bien? ¡Es una cochinada hiper asquerosísima! ¡Es grandísimo! O sea, yo jamás, o sea, así tipo never de los never había tenido un solo grano, y ahora me sale este volcán, ¡¿por qué?! —decía desesperado.

—Porque mi señorito precioso ya está creciendo. Esto es complemente normal a su edad, amor.

—¿Tú tenías granos a mi edad?

—Mmmm, la verdad no, pero porque yo sí cuidaba y cuido bastante mi alimentación.

—¿O sea qué yo no? —frunció el ceño.

—Príncipe, usted se la pasa comiendo hamburguesas, tacos, pizza y toda esa comida que tiene un montón de grasas, masa y calorías.

—Pero saben más hiper, mega deliciosísimas que el brócoli que tú comes, Ferrer.

—Bueno, pero al menos el brócoli no me saca granos, eh.

Siguió cruzado de brazos, con cara de enojado.

—Ya, amor. Si quiere después de clases, vamos a comprarle una mascarilla o alguna crema que le pueda desaparecer ese grano feo

—¡Ay, no! —se tocó la cara, preocupado—. ¿Es feo? O sea, ¿ya no te parezco tan bonito como antes solo por esta cosa hiper horrorosa?

—Señorito —agarré su mano y la besé—, así se le llene la cara de granitos, para mí usted siempre será el más bonito, precioso, hermoso y guapo de toda esta tierra.

Me sonrió, sonrojado.

—Pero no digas que se me va a llenar la cara de granos, Diego, ¡no quiero eso! —hizo puchero.

—No, tomatito, eso no pasará. Le compraré alguna crema para evitarlo, ¿si?

Asintió.

—Pero, ¿hoy qué?

Tú y yo contra el mundo y contra todo (Libro #1)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora