Capítulo #68

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Diego me dijo que podía elegir el celular que yo quisiera y, aunque al principio no quise, me terminó por convencer y elegí uno color morado.

—¿Le gustó su celular, amor? —me preguntó mientras conducía.

—Sí, o sea, nunca había tenido algo tan hiper caro entre mis manos —dije asombrado, viendo la caja del celular.

—Ese no lo vaya a estrellar contra la pared, eh.

—No, my love, yo te hiper juro que este lo voy a súper cuidar así tipo muchísimo. Nunca nadie me había regalado un celular, mucho menos uno tan caro.

—¿Y el que tenía quién se lo dio?

—Nadie, yo lo compré.

—¿Con qué dinero? Digo, amor, no se ofenda, pero usted me ha contado que sus papás nunca le daban dinero.

—No, no me daban. Lo que yo tengo me lo he comprado con mi propio dinero, trabajando

—¿Trabajando? —preguntó con extraño. ¿En qué?

—Desde los 7 años ayudaba a mis vecinos a tirar basura, a ir a la tienda por sus encargos, a ayudar con sus bolsas del mercado, a limpiar su patio y a pasear a sus perros, todos me daban algo de dinero. También le ayudaba al señora de la tienda a cobrar, a acomodar las cosas o a limpiar su tienda, él era hiper buena persona conmigo, me compraba comida y me pagaba por mi trabajo. Más aparte en la escuela le hacía la tarea a mis compañeros, y me pagaban. De ahí sacaba dinero para ir al tianguis a comprarme cosas, como juguetes, peluches y ropa. Iba a la papeleria a comprar lo  que me pedían en la escuela. Compraba comida para mí, y leche y pañales para mi hermanita, ya que nuestros padres nos dejaban solos durante semanas. El celular me lo compré porque todos los niños en la secundaria tenían uno, todos menos yo, así que empecé a trabajar más, y así me compré ese celular, era de segunda mano y no era tan bueno, pero me servía demasiado.

—En serio que cada día lo amo más, mi señorito precioso —sonrió.

—Yo sé que me amas tantísimo, ¿pero por qué lo dices así? —lo miré.

—Es usted tan fuerte, tan valiente, inteligente y ahora hasta trabajador —sonrió—. Lo amo, lo amo y cada día estoy más seguro de eso, tomatito.

—Yo también te amo tantísimo, mi Ferrer —le regresé la sonrisa.

—Lo voy a llevar a comer algo, ¿quiere?

—La señora Galia me dio de comer, pero sigo teniendo hambre.

—Mientras conduzco le voy contando todo lo que hicimos para que no lo expulsaran del colegio, ¿va?

—¡Oh! ¿Si lo lograron? —pregunté, emocionado.

—Pues mire, todo estuvo así...

Mientras conducía, me iba contando de todo hicieron por mí, lo que Armando hizo por mí. Se me hizo muy raro que Josué accediera a que Armando hiciera eso, él estaba muy negativo aquel día cuando Fer propuso esa idea.

Después de unos minutos llegamos a un restaurante, nos sentamos en una mesa y nos llevaron el menú.

—¿Qué puedo pedir, Diego? —le pregunté, mirando el menú.

Tú y yo contra el mundo y contra todo (Libro #1)©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora