Apretaba con sus pequeñas y delicadas manos esas barreras de metal impenetrables que le impedían tener una vista completa y hermosa del paisaje que se mostraba desde su ventana. Miraba los cielos fijándose si la carroza que llegó esa mañana al palacio ya se fue. Ojalá no. Esa carroza pertenecía a aquel hombre que vino horas antes. Decía ser el hermano de su madre pero... ella no sabía quién era su madre. Nunca la vio. Pero... era un hombre muy divertido y agradable. Seiwa lo acompañaba sin problemas así que debía ser buena persona.
La pequeña Seina se puso de puntas para poder ver un poco más el resto del paisaje. Ninguna carroza pasó así que ese hombre debía de seguir en el palacio. Dijo que regresaría por ella ¿Por qué se demoraba mucho? ¿Cuál dijo que era su nombre?
Se sentía muy impaciente. Miró el shoji de su habitación, aquel que tenía prohibido abrir. Tomó su pequeña muñeca y caminó con prisa hasta el shoji. Estiró su pequeño brazo para poder abrirlo pero los recuerdos de los castigos por desobedecer regresaron a ella. Sintió miedo. Abrazó a su muñeca y regresó al lugar de siempre. Lo mejor era esperar.
Por suerte no pasó mucho tiempo. La puerta se abrió. Seina miró con emoción el shoji al ver a ese hombre otra vez ahí. Al lado de él estaba su hermano mayor Seiwa. Ambos le sonreían. Se acercaron a ella. El gran hombre del que no recordaba su nombre, el que decía ser su tío, se arrodilló hasta que pudo verla cara a cara.
- Ya volví Seina, como te lo prometí - dijo sonriente aquel hombre de tez bronceada y marcas azules en sus mejilla. La pequeña Seina asintió a sus palabras algo nerviosa. - Dime ¿Eres feliz viviendo aquí? - le preguntó amigablemente. La pequeña niña no supo que responder ¿Qué se supone que debía responder? Después de unos segundos decidió ser honesta.
- Odio este lugar... - respondió cortamente con algo de timidez. Su hermano la miraba con mucha atención. Aquel hombre grande le sonrió con algo de pena.
- Seina, ¿Quieres irte a vivir a mi palacio en el Oeste? - preguntó. La pequeña niña de cabellos platinados lo miró con sorpresa.
- ¿Ahí también estaré encerrada? - preguntó. El demonio negó.
- Para nada. Podrás jugar en los jardines las veces que quieras, estudiarás mucho y si quieres puedes entrenar. Además ahí está tu primo, Sesshomaru. Él es un poco mayor que tú. Él es tu prometido - le explicaba. Seina lo miraba con brillo en los ojos. Todo lo que decía ese hombre sonaba casi como un cuento. ¿Podría salir las veces que quería a jugar? Si era así entonces quería irse con él. Pero...
La pequeña yokai miró a su hermano mayor. Un pequeño demonio con una tonta cara sonriente.
- ¿Y Seiwa? ¿Vendrá con nosotros? - preguntó mientras abrazaba a su muñeca. El pequeño niño la miró con emoción.
- Yo me quedaré aquí Seina. Pero prometo que te visitaré ¡Siempre siempre! - decía con alegría el pequeño niño. - ¿Verdad tío Touga? - le preguntó al hombre. El demonio despeinó los cabellos del niño y rió con alegría.
- ¡Por supuesto! Las puertas de mi palacio siempre estarán abiertas para ti Seiwa - rió el hombre. Volvió a mirar a la pequeña niña - Bien Seina. Tus padres dicen que están de acuerdo con cualquier decisión que tomes ¿Quieres venir al palacio del Oeste? Ese será tu nuevo hogar - decía amablemente. La niña lo miraba con brillo en los ojos.
- ¡Sí quiero! - dijo con fuerza en su voz - ¡Quiero irme de aquí! - decía casi suplicando con lágrimas amenazando en salir de sus ojos. Touga rió y despeinó la cabeza de ella también. Para ella, esa actitudes resultaban extrañas y ajenas.
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Un año de primavera
RomanceSeis años han pasado desde que Rin y Sesshomaru se separaron para que ella pudiera elegir el camino que desee, continuar viviendo con humanos o finalmente regresar a sus viajes con el gran demonio. Sin embargo, Rin aún no ha tomado una decisión. Est...