El soldado del Norte

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Han pasado cuatro días desde que Rin finalmente dejó el palacio de la capital del Norte. Lastimosamente el príncipe Takemune la hirió cortando una zona debajo de su pecho, arruinando de paso la yukata que Sesshomaru le había regalado cuando aún tenía quince años. Intentó tratarse la herida por días pero algo debía estar haciendo mal porque  en vez de sanarse el corte dolía cada vez más. El dolor hacía que cualquier actividad sea difícil, incluso caminar. La ropa siempre rosaba la herida y el calor del verano hacía que los vendajes se humedecieran. Esa zona se había vuelto muy sensible. Mover el brazo era cada vez más difícil pero, en ese momento Rin lo estaba haciendo. Levantó su brazo derecho con dificultad mientras cubría sus pechos desnudos con su brazo izquierdo. Estaba desnuda en el río de pie frente a Jaken y el dragón de dos cabezas Ah-Un. El agua cubría desde su cintura hasta sus pies.

- ¿Cómo se ve, Señor Jaken? - preguntaba con cierto temor de escuchar la respuesta. Jaken parecía preocupado. 

- Esta morado al rededor y muy rojo. Parece que cada vez que la veo esta peor. - respondía el pequeño demonio. Rin intentó bajar la mirada a su herida para verla pero como siempre era difícil. La zona en la que estaba era complicada de ver pero podía notar que parte de su piel se tornó morada como si hubiera sido golpeada. Estaba muy preocupada pero aún tenía esperanza de que fuera a sanar pronto. Así ya no tendría por qué mentirle al Señor Sesshomaru del estado de su herida - ¿Por qué no vas a buscar a un médico humano Rin? - 

Rin frunció el ceño ante esa pregunta. La abuela Kaede le había enseñado mucho de medicina. Estaba segura que podía sanarse ella misma y cuidarse sola. 

- No es necesario... Sanará en unos días... No se deje engañar Señor Jaken. Usted puede verlo peor pero me duele cada vez menos. - mintió. Jaken la miraba con desconfianza. Rin evitó su mirada. - Ya nos demoramos mucho, volvamos con el Señor Sesshomaru. - Rin se vendó la herida, luego se vistió con su yukata nueva que compró hace poco en la aldea donde el Señor Sesshomaru la acompañó. Usó su obi amarillo, se puso sus sandalias y terminó peinándose. Dejó su cabello completamente suelto otra vez. 

- ¿Cómo me veo Señor Jaken? - preguntó algo ruborizada. Jaken la miró confundido.

- Pues como siempre. ¿Acaso te cambió la cara? -  Rin frunció levemente el ceño.

- ¡Tiene que decirme si me veo bonita o no Señor Jaken! Ya le expliqué como funciona - se quejaba.

- Yo te dije que no me metieras en tus extrañezas humanas. - se quejó el demonio.

En estos últimos días Rin se fijaba mucho en su apariencia. Era algo que le importaba cuidar desde hace años pero ahora se concentraba más en eso solo por una razón. El Señor Sesshomaru. Quería que él se fijara en ella, que la viera de una manera romántica, como ella lo veía a él. Por eso quería verse cada vez más linda pero... La única persona a la que podía consultárselo era el Señor Jaken que no tenía ni una pizca de sentido de la belleza humana. Rin suspiró agotada. No estaba segura de cómo iba a lograr gustarle al Señor Sesshomaru. Aveces recordaba que era humana y que al Señor Sesshomaru le desagradaban los humanos. Evitaba pensar en eso, la hacía sentir muy mal. ¿Sería esa razón suficiente para dejar de intentarlo y rendirse a que se enamore de ella? No estaba segura de la respuesta, después de todo, estar al lado del señor Sesshomaru parecía ser suficiente para sentirse feliz. Necesitaba distraerse. 

- Muévete, Rin - le mandaba Jaken para que empezara a caminar.   

- Señor Jaken, iré por unas flores. ¿Puede acompañarme? - pidió amablemente. Jaken se negó rotundamente. 

Un año de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora