El juicio

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Rin estaba sentada en el suelo, apoyada en el shoji de la habitación del padre de Akiko, el Gran Señor Hisao. Salió de esa habitación hacía unos minutos. Luego de que se llevaran a Majime a una celda fue a buscarlo. Se pasó el resto de la tarde intentando explicar, sin derramar alguna lágrima, lo que el príncipe le hizo a Majime. El gran Señor Hisao lucía molesto pero solo le agradeció por contarle su versión y le mencionó que solo hablará con Akiko pues esos asuntos recaían solo en él y la princesa. 

Rin esperaba afuera de la habitación a que Akiko apareciera. También quería hablar con ella y explicarle lo que en verdad ocurrió. Luego de varios minutos en los que la turtuosa imagen del príncipe y Majime en el suelo se colaba en su mente una y otra vez, la princesa por fin apareció.   Akiko en verdad se veía triste, tenía la mirada baja y desolada. Rin se incorporó para poder hablar con ella. 

- Akiko... - pronunciaba, pero sentía dificultad para seguir hablando. - Lo que pasó con Majime... ¡Cualquier cosa que digan los soldados sobre el príncipe no es verd...-

- Rin... - la  interrumpió. Rin centró su vista en Akiko pero la princesa solo la eludía - Mañana será el juicio de Majime... - mencionó con pesar. Akiko levantó la vista ligeramente para ver a Rin. - Hablaré con mi padre... sé que la exiliarán...-

"¿Exiliarla?"  pensó Rin 

-  Rin, quiero pedirte... que te vayas con ella. Cuando sea exiliada llévala con tus compañeros de viaje. Llévala a tu aldea... donde está Kohaku. Por favor. - suplicaba - 

- Pero Akiko... te quedarás sola.  Yo no podría...- 

- No importa, es lo que menos me importa ahora. Mañana cuando acabe el juicio te iras de aquí, con Majime. - Akiko finalmente miró con decisión a Rin - Si no puedes cumplir una orden como sirviente entonces prométeme que te iras de aquí con ella. Dale tu palabra a una princesa - Sonó severa y la miraba frunciendo el ceño. No imaginó que en el frágil rostro de Akiko podría ver enojo. Debía estar sufriendo bastante y solo intentaba mantenerse seria y fuerte... como debía lucir una princesa... Sin esperar algún permiso, solo de improviso, Rin la abrazó. Akiko no correspondía el abrazo. Solo cerró los ojos. 

- Esta bien. La llevaré conmigo. Ella estará a salvo en mi aldea. - le susurró.  Esas palabras fueron suficientes para hacer que unas lágrimas bajaran por las mejillas de la princesa. No podía fingir más tranquilidad como le educaron a hacerlo, Akiko abrazó a Rin de vuelta buscando consuelo. Se quedaría sola.  Después de su matrimonio su padre volvería a sus tierras. Pero ya no importaba. Lo más importante era mantener a salvo a Majime y a Rin, aunque tuviera que vivir el resto de sus días con ese príncipe. 

- Gracias Rin. - fue lo último que dijo. 


Ya era de noche. Rin estaba en la habitación de Majime doblando algunos Kimonos y obis que Majime podría llevar con ella cuando partieran. Muchos pensamientos cruzaban su cabeza. Era difícil concentrarse en solo uno. Entre esos pensamientos estaba siempre el Señor Sesshomaru, quería verlo pero no solo porque lo deseaba. Debía de explicarle porqué en su viaje ahora estaría otra mujer. Probablemente se molestaría. No quería molestarlo, pero siempre llegaba a hacerlo involuntariamente.  Suspiró exhausta. 

- Aún así, se me ocurre querer gustarle...  -  balbuceó. Al darse cuenta de sus palabras se cubrió la boca. 

"Tonta. No... no es tiempo de pensar en eso" reflexionó sonrojada. 

Un año de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora