La vida en el palacio

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La primera vez que Rin estuvo en un palacio fue cuando el Señor Sesshomaru la llevó a ella y Kohaku con su madre para fortalecer a colmillo sagrado. Recuerda que el lugar le parecía inmenso, nunca entró al interior del palacio pero no podía dudar que era un sitio demasiado grande y lujoso. Tal vez recordaría más detalles si no fuera porque murió ese día. Pero volvió, regresó de la muerte por segunda vez y la primera persona a la que vio ni bien abrió sus ojos fue a su amo. Él se veía realmente afectado por ella... 

Dos días más de viaje bastaron para llegar a la provincia de Mutsu, la capital del Norte donde lideraba el clan Date. Aún era temprano, incluso la princesa Akiko seguía dormida pero Rin no podía dejar de mirar por la pequeña ventana del palanquín. Nunca antes había estado en una capital. Intentaba ver todo, demasiadas casas, grandes, incluso más comercio que en las pequeñas calles de las aldeas. La cantidad de personas le resultaba sorprendente, carruajes, palanquines. No era nada similar a las pequeños pueblos que visitó hasta ese momento. Majime la observaba con una leve sonrisa mientras Rin se asomaba mucho más por esa pequeña ventana solo para ver otro norimono que llevaba a otro noble. Y, después de subir por un empinado camino rodeado de mucho arboles y un lago finalmente llegaron a las murallas que protegían el palacio. El séquito finalmente se detuvo. Majime despertó a la princesa, Rin no podía ocultar su emoción. Abrió la puerta del carruaje, se asomó un poco. Más allá de todo el séquito de la princesa había más soldados de armaduras distintas, frente a ellos un hombre mayor, pero la atención de Rin se centró en el palacio, era tan alto que su vista se incomodaba por el brillo del sol. Llegaron. Finalmente llegaron al palacio de la capital del Norte. 


Después de que el Daimyō Date Harumune los recibiera, fueron acomodados dentro del palacio. La emoción de Rin disminuyó un poco, se sintió desorientada. Se estaba haciendo pasar por la sirviente de la princesa pero... no tenía la mínima idea de qué hacer. Ante su confusión no se despegó de Majime ni de la princesa. El padre de Akiko le ordenó a los sirvientes del daimyō del Norte que le dieran una habitación cerca de la princesa por ser una dama de compañía muy cercana como lo era la mujer Majime.  

Fue así cómo las tres mujeres se dirigieron a sus nuevos aposentos. En el camino Rin no dejó de sorprenderse por gran la cantidad de sirvientes, soldados, pasillos y cuartos que tenían. Y todos estos cuartos y pasillos eran enormes, los tapices, los adornos, todo se veía muy lujoso. Pero... incluso dentro de toda su admiración por lo que veía, Rin sintió algo más. Por alguna razón, si bien todo era grande y hermoso... algo... algo se sentía frío y... vacío. 

Cuando al fin llegó a su habitación se sorprendió ¿Esa habitación sería solo de ella? Era muy espaciosa, incluso más que la pequeña cabaña que compartía con Kaede. Pero eso no era todo, tenía un balcón que no dudó en ir ni bien lo vio. El piso en el que estaban era muy alto, el viento movió su cabello. Era impresionante estar ahí, un hermoso balcón en el que podía ver el tamaño de la capital. ¡Todo era fascinante! 

Y, a pesar de llegar recién, su cuerpo se sentía exhausto. El viaje la agotó mucho. La princesa debía estar instalándose en su habitación que estaba al lado. Podía escuchar a los sirvientes llevar cofres y muchas cosas, ir y venir... Rin dejó su bolso sobre un mueble de madera. Era lo único que ella llevaba. Unos golpes en la puerta la hicieron ver el shoji, se deslizó y Majime apareció. La mujer de cabellos oscuros le sonreía. 

No hicieron más por ese día.  

Majime le explicó muchas cosas, le dijo que no tenía que tomarse enserio las labores de sirvienta pues era más que nada una invitada de Akiko. Pero Rin insistió, después de todo, si iba a fingir por un tiempo que era sirvienta de una princesa no podía solo no hacer nada. Además, trabajar le gustaba mucho. El quedarse el día entero sin hacer nada no iba con ella, era muy aburrido. Tal vez el ayudar por tantos años a Kagome y a la abuela Kaede en sus labores de sacerdotisas, ayudar a Sango y Miroku con las gemelas y Hisui y también atender a los aldeanos la habían acostumbrado a una vida ocupada. Jamás atendió antes a una princesa, pero esperaba aprender y poder hacerlo bien. 

Un año de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora