El control de las tierras del Oeste

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En el palacio de los cielos, los soldados terminaban de formarse en sus cotidianas posiciones para recibir a los Lores Inuyokai. Irasue, lideresa del clan de perros demonios, los esperaba con molestia. Debía recibirlos de buena manera aunque esa reunión haya sido planeada casi de improviso. A penas le avisaron que vendrían, era una interrupción total a su tranquilidad y eso era irritante. Tenía cierta idea de lo que esos demonios perro querían hablar y tenía que ver con su único hijo. 

No era la primera vez que hacían una reunión de ese tipo, la última que lo hicieron fue hace más de 50 años. La última vez esos tres le pidieron que hablara con Sesshomaru para retomar el control de las tierras del Oeste que dejó después de la muerte de Tōga. Habló con él por supuesto, pero Sesshomaru la ignoró por completo. Su tonto hijo seguía obsesionado con encontrar la espada de su padre. Tenía ligeras esperanzas en que Sesshomaru sabía lo que hacía, terminaría pronto lo que tanto quería y volvería para a gobernar antes que ocasionara algún problema con el resto de los Lores. Pero no. No fue lo suficientemente listo, no solo por el estado en el que dejó los territorios de su difunto esposo, también porque esas tres bestias vendrían a molestarla otra vez. Aún así nunca debía de esperar lo mismo de ellos. Eran, después de todo, impredecibles.

Ya podía sentir el poder demoniaco cada vez más cerca. Irasue se puso de pie frente a su sillón rojo. Mantuvo su gesto serio, ocultando su desagrado. El desagrado de ver a esos tres gobernantes de cada región. Los Lores del Norte, el Sur y el Este. Los guardianes...

Un fuerte ladrido, algo violento, se escuchó resonar al rededor de todo el palacio. Irasue mantuvo su mirada al frente, imperturbable. Un soldado se posicionó al límite de las grandes escaleras. El general del palacio no se encontraba para realizar la presentación formal así que por esa vez... Serían presentados ante ella por un simple soldado. Como si necesitara que le presentaran a esos sujetos. La enorme figura de un perro blanco de frondoso pelaje surgió de las nubes, mostraba sus grandes colmillos y sus pupilas eran amarillas y muy pequeñas, una imagen que asustaría totalmente a yokais inferiores. Al gran perro blanco lo rodea una luz y densa neblina que combinada llegó a la planta del palacio algunos metros frente a Irasue. Esa neblina se condensó como si buscara asimilar la figura de alguien.

- ¡Inu Kimi! - la llamó el soldado en posición firme. - ¡El guardián de las tierras del fuego del Norte! ¡Lord Toba! - lo presentó el soldado de casco de perro. 

La neblina finalmente desapareció mostrando en su lugar la figura de un hombre. Muy alto, llevaba atuendos escarlatas. Su pesada armadura y estola en su brazo izquierdo lo hacían verse más robusto de lo que ya era. De cabello blanco frondoso y recogido, tez pálida y una mirada marcada que lo hacía parecer molesto. Tal vez siempre estaba molesto. Irasue ni se inmutó, se miraron a los ojos muy directamente. Cualquiera que los viera entendería que entre los dos, no existía una buena relación...

- ¡El guardián de las montañas tormentosas del Este! ¡Lord Murakami! - Tras el anuncio del soldado la segunda figura de una gran perro blanco se acercaba desde las nubes. 

No era tan grande como el anterior , más delgado, de hocico más fino, orejas y cola más largas y de pelaje muy liso. La figura del perro desapareció por esa densa neblina que llegó al lado del Lord del Norte. La neblina trajo la figura de otro hombre que se hizo más clara. De apariencia más simple, tez pálida y cabello muy largo y lacio. Tenía una estola mucho más delgada en su brazo derecho y ropas blancas. Casi no tenía armadura más de la necesaria. A diferencia del otro inuyokai, este se reverenció elegantemente.

Un año de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora